Empezar las mañanas con una dosis de ejercicio puede ser lo ideal para despertar al cuerpo y mantenerlo activo y concentrado durante el resto del día, logrando mayor efectividad en tus tareas y trabajos, así como quitarte la «hueva» del inicio del día.
Correr es uno de los ejercicios más beneficiosos para la salud, pero la práctica en ayunas genera dudas. Este entrenamiento se realiza después de 8 a 10 horas sin consumir alimentos, lo que afecta el metabolismo y el perfil hormonal, regulando parámetros como la glucosa sanguínea y la síntesis de glucógeno en el hígado.
Uno de los principales beneficios de esta práctica es la quema de calorías. Al tener bajos niveles de glucógeno, el cuerpo recurre a las reservas de grasa para obtener energía, lo que puede ser útil para perder peso o mejorar la composición corporal. Además, correr en ayunas puede mejorar la sensibilidad a la insulina, regulando mejor el azúcar en sangre a largo plazo. También fortalece la adaptación metabólica, es decir, mejora la capacidad del cuerpo para usar diferentes fuentes de energía.
A pesar de sus beneficios, correr en ayunas no está exento de riesgos. Una de las principales desventajas es el menor rendimiento, ya que la falta de energía previa puede afectar la velocidad y la intensidad del entrenamiento. También existe el riesgo de pérdida muscular, ya que, al agotar el glucógeno, el cuerpo puede recurrir a las proteínas musculares para obtener energía. Además, algunas personas experimentan mayor fatiga, mareos o debilidad, especialmente en entrenamientos largos o intensos.
El tiempo ideal para correr en ayunas depende de la experiencia y los objetivos de cada persona. Los principiantes deben comenzar con sesiones de 20 a 30 minutos a una intensidad moderada. Los corredores intermedios pueden entrenar entre 30 y 45 minutos, mientras que los más experimentados podrían alargar la sesión hasta 60 minutos, siempre que su cuerpo esté adaptado.
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