El estrógeno es esencial para el desarrollo y mantenimiento de las características sexuales femeninas, así como para el crecimiento óseo en las mujeres. A lo largo de la vida, desde la pubertad hasta la menopausia, estas hormonas influyen en la salud reproductiva y más allá.
Durante la perimenopausia, fase previa a la menopausia, es común que los niveles de estrógeno comiencen a disminuir. Esta reducción puede ocasionar síntomas como sofocos, sudores nocturnos, cambios de humor, debilitamiento de tejidos, sequedad vaginal y mayor riesgo de osteoporosis y enfermedades cardíacas en algunas mujeres.
Para tratar niveles bajos de estrógeno, la terapia hormonal es una opción que debe ser evaluada por profesionales de la salud. Esta terapia busca estabilizar los niveles hormonales mediante la administración controlada de estrógeno y, en algunos casos, combinaciones con otras hormonas, según recomienda Mayo Clinic.
Además del tratamiento médico, se recomienda incorporar actividad física regular, mantener una dieta balanceada y evitar el tabaco y el consumo excesivo de alcohol. Controlar el estrés y otras condiciones crónicas como el colesterol alto y la hipertensión también es crucial para mantener niveles saludables de estrógeno y prevenir complicaciones a largo plazo.
Así como es peligroso tener niveles bajos de estrógeno, los niveles elevados también pueden conllevar riesgos significativos. Entre las complicaciones asociadas se encuentran enfermedades como la endometriosis, síndrome premenstrual, cambios menstruales anormales, hiperplasia de endometrio y ciertos tipos de cáncer como el de mama, ovario y endometrio.
Es esencial buscar atención médica si se experimentan síntomas de desequilibrio hormonal, como cambios de humor o sudores nocturnos, para realizar los estudios pertinentes y recibir un tratamiento adecuado. La vigilancia regular y el manejo adecuado de los niveles de estrógeno pueden reducir significativamente los riesgos asociados y mejorar la calidad de vida de las mujeres.