Los rayos globulares, uno de los fenómenos meteorológicos más raros registrados en la historia moderna, continúan siendo un enigma para la ciencia. Se estima que ocurren en una de cada millón de descargas eléctricas durante tormentas, lo que los convierte en un avistamiento extremadamente inusual y difícil de capturar.
Aunque existen pocos testimonios gráficos del fenómeno, miles de escritos y testimonios respaldan su existencia, lo que ha llevado a un cierto consenso dentro de la comunidad científica sobre su realidad.
Estos enigmáticos fenómenos se manifiestan como esferas luminosas de tamaño variable, que emiten una luz brillante en tonos rojos, naranjas o amarillos. Se observan generalmente poco después del impacto de un rayo nube-tierra cercano durante una tormenta eléctrica. Su movimiento es errático y horizontal, con una duración que va desde unos pocos segundos hasta un minuto, seguido de una extinción progresiva o abrupta, acompañada a veces por un olor a azufre.
Aunque los mecanismos exactos que los generan aún no están completamente comprendidos, se cree que pueden estar relacionados con fenómenos eléctricos. Nikola Tesla fue uno de los primeros en describirlos en 1904. Se ha observado que son más comunes en áreas húmedas y cercanas a grandes masas de agua, como costas o zonas pantanosas.
Una hipótesis interesante, propuesta por el profesor H.C. Wu de la Universidad de Zheijang en China, sugiere que en las fases previas al rayo visible, una guía de electrones desciende hacia la superficie, lo que provoca una rápida aceleración de electrones cercanos al suelo y la creación de una burbuja de plasma esférica donde la radiación queda atrapada.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de investigación, los rayos globulares siguen siendo un misterio fascinante y desafiante para la comunidad científica, con una variedad de hipótesis que intentan explicar su origen y comportamiento.
