Ciudad Valles, S.L.P.- La violencia volvió a estallar en pleno corazón de Ciudad Valles por culpa de los parquímetros. Este jueves por la mañana, una escena digna de película de acción —pero de bajo presupuesto— paralizó la calle Galeana, justo frente a la Catedral: una pareja armada con insultos, golpes y hasta un machete se fue contra dos trabajadores de Iberparking, la empresa que controla los estacionamientos medidos en la ciudad.
Todo comenzó porque el conductor de una camioneta estaquitas color naranja no pagó el parquímetro. Dos empleados de Iberparking se le acercaron para colocarle la famosa «araña», ese artefacto odiado por muchos y símbolo del abuso, según buena parte de los vallenses. Esto desató la furia del sujeto, identificado como Carlos Morales, quien alegó tener un tarjetón de discapacidad y presumió que trabaja para “personas muy pesadas e influyentes”. Pero sus gritos no impidieron que los trabajadores hicieran su chamba.
El asunto se calentó. Carlos empezó a agredir físicamente a los empleados, mientras la mujer que lo acompañaba pateaba la araña, intentando arrancarla de la llanta como si fuera una cáscara de naranja. Cuando los ánimos ya estaban al tope, Morales sacó un machete. Sí, un machete. Les lanzó varios golpes y luego, al darse cuenta de que lo estaban grabando, se escondió en un comedor cercano.
Los empleados de Iberparking, visiblemente nerviosos, comenzaron a grabarlo mientras él intentaba ocultar el arma blanca con un suéter café. Al verse acorralado, el sujeto les arrebató los celulares a manotazos, justo cuando ellos ya pedían refuerzos a Tránsito Municipal.
Después de varios minutos de tensión y gritos, elementos de Seguridad Pública llegaron para calmar los ánimos. Resultado del zafarrancho: tanto el conductor como uno de los trabajadores de parquímetros terminaron en los separos.
Este no es un caso aislado. Es un episodio más en la larga lista de broncas, abusos y confrontaciones que Iberparking ha generado desde que opera en la ciudad. La empresa ha roto todos los acuerdos establecidos con el municipio y ha convertido las calles en campos de batalla en su desesperación por seguir cobrando. Desde octubre hasta hoy, los abusos se han vuelto parte del paisaje urbano… y lo más grave: nadie hace nada.
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