Peter Pan, aquel niño del país de Nunca Jamás que siempre tenía diez años y que odiaba el mundo de los adultos, de este popular cuento infantil recibe el nombre un peculiar síndrome: el síndrome de Peter Pan, que aporta una explicación a por qué algunos adultos se comportan como niños.
Pero, ¿en qué sentido? Los psicólogos explican que la personalidad que presentan es impropia de la edad real, ya que son incapaces de hacerse responsables de sus propios actos y de asumir los deberes que conlleva la vida adulta, el rasgo que más le define es la inmadurez y la inseguridad emocional.
Los hombres suelen ser más propensos que las mujeres a actuar conforme al síndrome de Peter Pan y existen una serie de comportamientos que son claros indicadores de que alguien lo es, por ejemplo:
- Comportamientos de niños pequeños o adolescentes cuando se tienen más de 30 años
- Idealiza la infancia y la juventud
- Egocéntricos, centrados en sus propios problemas sin preocuparse por el entorno que le rodea
- Necesidad constante de atención
- Mucha inseguridad, baja autoestima y miedo a la soledad
- Incapaz de responsabilizarse de sus propios actos
- Mienten o se esconden tras excusas
- Intolerancia a las críticas
Aparte del peculiar y ciertamente divertido nombre que recibe, este síndrome implica graves problemas emocionales y conductuales que le perjudican a la hora de relacionarse con el entorno, ya que suelen ser personas difíciles de tratar y, a menudo, muy narcisistas.
Este cómputo de problemas, relacionados con la ansiedad y la tristeza, puede conducir a la persona que experimenta el síndrome de Peter Pan a la depresión o a aislarse socialmente, además de nunca sentirse realizado con su propia vida. Por ello, es importante saber identificar estos comportamientos para poder tratarlos con un profesional.
No existe una única explicación, el síndrome de Peter Pan puede darse por muchos factores, desde rasgos de la personalidad dependientes, patrones educativos carente de exigencias o según se hayan ido afrontando los retos, a pesar de ello, los psicólogos sí coinciden en donde puede estar la raíz de todo esto: la infancia.
Un desajuste en los primeros años de vida puede ser la causa originaria del síndrome, ya sea por un extremo positivo o negativo:
Una infancia excesivamente feliz. Si el niño nunca ha recibido una educación con límites, si nunca escuchó la palabra “no”, tenderá a idealizar esa etapa de su vida. Una vez siendo adulto buscará perpetuar la infancia y se negará a abandonarla.
Una infancia desgraciada. Si el niño experimentó momentos traumáticos o nunca recibió afecto, tendrá la sensación de que su infancia fue robada. Con la libertad de ser adulto, buscará recuperar el tiempo perdido.
Estefanía López Paulín
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