El poder de Dios es inconmensurable, aquellos que se atreven a desafiar su generosidad prueban la desdicha, como el cantante famoso John Lennon que declarara a una revista americana:
— “El cristianismo va a acabar, a desaparecer. Yo no necesito discutir sobre eso, estoy seguro. Hoy nosotros –Los Beatles– somos más populares que Jesucristo”.
Después de dicha declaración Lennon fue acribillado de 5 tiros por un fan.
Algo parecido le sucedió a Tancredo Neves que en plena campaña política expresó lleno de la vanidad de quien siente el triunfo:
— “Si mi partido –PDS– gana la presidencia, ni Dios nos la quita”.
Efectivamente ganó la contienda electoral, pero un día antes de la toma de protesta le fue arrebatada la silla presidencial.
Otro caso muy conocido lo fue el del famoso barco “Titanic”, el mayor navío de pasajeros de su época; el día en que se hizo a la mar le preguntaron a su constructor:
— ¿Qué nos dice de la seguridad de su barco?
— Ni Dios puede hundirlo –contestó en tono irónico.
El resultado todos lo sabemos, el mayor naufragio que haya existido hasta la actualidad.
Todavía tenemos mucho que aprender de las lecciones de Jesús, como aquella ocasión en que azotó Tampico el huracán Viula; un pequeño barco iba ingresando al puerto, el movimiento era terrible –se requería auténticamente ser hombre de mar para no sentir miedo por el gran bamboleo que producía náuseas– las enormes olas mecían caprichosamente la pequeña embarcación, cuando uno de los marineros recibió la orden de subir a un mástil, a medida que subía se sentía peor…el viejo capitán le gritó:
— ¡Si no quieres sentirte mal, mira hacia arriba!
La moraleja de esta modesta historia nos viene a la medida, si no queremos que los problemas de la vida nos mareen…. ante la emergencia sanitaria que vivimos del COVID-19, miremos hacia arriba, pidámosle a Dios:
Humildad… para encontrarlo en nuestro corazón,
Generosidad… para compartir,
Amor y fe… que llenen nuestra alma,
Humor… que nos ayude a ser mejores y vivir con alegría,
y sobre todo que de él aprendamos la hermosa tarea de… darnos a los demás.
Lo anterior me recuerda al queridísimo padre Chuyo cuando en cierta ocasión que estaba en el confesionario, se presentó ante él una escultural belleza güemense, lucía una angelical cara, su cuerpo todo estaba lleno de encantos, con unas piernas bien torneadas, unos pechos sensuales, que estaban semiahorcados por una esbelta cintura, todo ello engalanado por una coqueta minifalda y un escote que no dejaba mucho a la imaginación.
— Padre acúsome que me fui a dar la vuelta con el sacerdote de la loma.
— ¡¡Cómo!!
— Luego me invitó a cenar el sacerdote de la estudiantil.
Después dijo con un tono lleno de tristeza:
— Además me llevó a comer el sacerdote de la catedral.
— ¡A ver, a ver, a ver, mi’jita! ¿‘ondee vives? –dijo el sacerdote abriendo sus enormes ojos.
— Aquí a la vuelta padre Chuyo.
— Ton’s, que andas haciendo tan lejos… ¡TU PERTENECES A ESTA IGLESIA!