Nada tiene más impacto sobre el cerebro que la música. Permite comunicarnos y socializar, afecta a la memoria, al movimiento y a las emociones.
La música es una sucesión de señales acústicas que nuestros oídos recogen y envían al cerebro. Allí se descodifican y se les da significado. Y todo en fracciones de segundo. Pero, para que eso pase, el cerebro involucra a las emociones, que son las encargadas de convertir el sonido en algo comprensible.
La música nos anima, nos relaja, nos entristece, nos alegra… tiene esa capacidad de cambiar nuestro estado de ánimo, es capaz de evocar el núcleo de las estructuras responsables de nuestro universo emocional.
También es importante en el ámbito de la Psicología, ya que se puede aplicar para ayudar a pacientes que padecen trastornos de sus estructuras cerebrales y que están relacionados con las emociones. A las personas con autismo les es más fácil comunicarse con ella, hay pacientes con afasia que no pueden hablar, pero sí cantar…
La música es una expresión universal y fundamental en la cultura humana.
Hay sociedades sin escritura, pero ninguna sin música. Somos de forma innata criaturas musicales. Y hay una buena razón para ello: nos permite desempeñar funciones sociales. Cuando nacemos no sabemos que significan gran cantidad de términos, pero aprendemos a hablar al escuchar los sonidos musicales del lenguaje.
Al escuchar música se activan las aéreas del cerebro que se encargar de la imitación y la empatía, donde están las neuronas-espejos, que actúan reflejando las acciones e intenciones de los otros como si fueran propias. De esta forma, podemos sentir el dolor de otros, su alegría, su tristeza… nos permite compartir sentimientos y emociones.
La música puede comunicar información. Une a las personas, es social. Estos son unos de los grandes poderes de la música. No podríamos haber sobrevivido a lo largo de la evolución sin cooperar ni comunicarnos, sin haber manifestado un comportamiento social con otros individuos. La música hace que nos gustemos más, que estemos más unidos, que confiemos.
Stefan Koelsch, neurocientífico y profesor de Psicología de la Música en la Freire Universität Berlin, llevó a cabo junto con sus alumnos de doctorado un estudio sobre el reconocimiento de las emociones en la ésta. Se hizo una investigación con personas que nunca antes habían escuchado música occidental. El resultado: todas fueron capaces de diferenciar emociones en las diferentes piezas.
No hay duda de que tenemos mucho que comunicar con la música… Es curioso porque no siempre es así con las palabras…
Estefanía López Paulín
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