De mi querido amigo Don Armando Fuentes Aguirre “Catón” escuché el siguiente cuento que le adapto como historia de vida al Filósofo de Güémez: “Resulta que una fuerte algarabía se escuchó por las calles del pueblo, eran los jóvenes seminaristas que en el autobús de la escuela entonaban con alegría los más hermosos cantos religiosos, el camión hizo alto en la casa del Filósofo, descendiendo de él los 30 estudiantes del seminario, mismos que, como ‘Pedro por su casa’, entraron al florido patio de la casa del personaje de allá mesmo.
Éste se apersonó ante ellos llevando las siete escasas sillas de palma que tenía, en las que rápidamente se apoltronaron igual número de jóvenes, el resto se sentó en el bien barrido piso de tierra, haciendo un semicírculo en torno al viejo campesino:
–– Venimos a verte –dijo Berlandino–, porque el próximo domingo nos ordenan como sacerdotes y queremos que con tu sabiduría de vida nos enseñes un milagro.
–– ¿Cuántos de ustedes –dijo amablemente el Filósofo–, llegaron aquí a despedirse de la vida, porque el cáncer terminal acaba con ella hoy?
–– Es que no me entendiste –dijo Berlandino–, ¡queremos que nos muestres un milagro!
–– ¡Ah!, discúlpame, mijito –dijo el viejo–, bueno, ¿cuántos de ustedes llegaron en silla de ruedas, sin piernas, afectados gravemente de su salud y cegados por la diabetes mellitus?
–– No, no has entendido que todos queremos que nos enseñes un milagro.
––Disculpen la ignorancia de este campesino –dijo el Filósofo–, ¿cuántos de ustedes perdieron a su familia en los recientes ataques de Israel a los Palestinos en la franja de Gaza?
–– ¡No! –dijo nuevamente Berlandino–, no has entendido, queremos que nos muestres un milagro.
–– Bueno, es que ustedes quieren un milagro –respondió el anciano, y recorriendo amablemente con su vista a todos los seminaristas les dijo–: ¡aquí tienen 30!”.
La moraleja de la lección es muy sencilla: cuántas veces por la mañana nos levantamos en busca de los logros materiales, políticos o económicos, olvidándonos de regocijarnos en los pequeños milagros de vida que están a nuestro alcance: la familia, el amor, la vivienda, la salud, la amistad, el entusiasmo, el trabajo, la felicidad, la comida, etc.
Por ejemplo, nuestro cuerpo, compuesto en un 70% de agua, obviamente requiere este líquido para su mantenimiento y limpieza, pero escasamente lo valoramos –porque por el momento la tenemos a la mano sin dificultad.
El agua es salud, así lo dicen las abuelas y viejos de nuestros pueblos en su rica tradición oral. El científico Iván Troncoso afirma que: “Los principales beneficios del agua son: Transportar nutrientes y productos de deshechos, dando un mantenimiento celular a nuestro cuerpo, participa activamente en la digestión y el metabolismo; regula la temperatura y disuelve sales minerales, vitaminas, aminoácidos, glucosa y otras moléculas pequeñas”.
Por otra parte, el doctor Masaru Emoto, en su más reciente libro El poder curativo del agua, habla del poder terapéutico de la misma. Sostiene que “el agua está viva, que el agua celular de una persona puede reestructurarse armónicamente bebiendo agua, que ésta no sólo tiene propiedades curativas y de limpieza, sino también espirituales”, además afirma que “existe una estrecha relación entre el agua y la salud”. El doctor Emoto nos invita a meditar sobre “la magia del agua en nuestra vida”.
Una receta de nuestras abuelas es: beber agua en ayunas, antes de lavarse los dientes, impactará benéficamente en su salud, atacando más de 30 enfermedades como: dolor de cabeza y cuerpo, artritis, taquicardia, exceso de gordura, enfermedades urinarias y del riñón, gastritis, constipación, útero, enfermedades del oído, nariz, garganta, cáncer, etc.
El agua es un milagro de vida que está a tu disposición… ¡USTED TIENE LA PALABRA!
Por el Filósofo de Güémez dice: “Si el cuerpo está compuesto por un 60% de agua, hay mujeres que no están gordas… ¡ESTÁN INUNDADAS!