
La primavera, con su clima templado, flores y paisajes llenos de vida, también es una estación en la que aumentan diversas enfermedades relacionadas con factores ambientales. Entre marzo y junio, condiciones alérgicas, infecciosas y dermatológicas afectan a una parte importante de la población. Conocerlas es clave para prevenir complicaciones y mantener una buena salud.
La alergia al polen, también llamada rinitis alérgica o polinosis, es una de las afecciones más comunes. Se produce cuando el sistema inmunológico reacciona al polen de algunas plantas, generando síntomas como estornudos, congestión nasal, tos seca, picor ocular y dificultad para respirar. Afecta a un alto porcentaje de la población y su tratamiento incluye antihistamínicos, corticoides nasales y, sobre todo, evitar la exposición al polen.
El asma bronquial también puede agravarse en esta época debido a la concentración de alérgenos en el aire. Quienes padecen esta enfermedad crónica pueden experimentar crisis más frecuentes, con síntomas como falta de aire, sibilancias y opresión torácica. Mantener el tratamiento, evitar desencadenantes y controlar la exposición al ambiente son medidas esenciales.
La conjuntivitis alérgica es otra dolencia frecuente. Esta inflamación ocular, provocada por el polen u otros alérgenos, causa enrojecimiento, picazón y lagrimeo. Se recomienda proteger los ojos con gafas de sol, usar gotas antihistamínicas y evitar frotarse los ojos.
Durante la primavera también aumentan las reacciones alérgicas a las picaduras de insectos como abejas o avispas. Si bien muchas veces sólo generan una inflamación localizada, en personas alérgicas pueden provocar síntomas graves, como urticaria, dificultad respiratoria o incluso anafilaxia, que requiere atención médica urgente y el uso de epinefrina.
Las temperaturas más altas favorecen la aparición de gastroenteritis, sobre todo en personas que viajan o consumen alimentos en condiciones poco higiénicas. Esta enfermedad, causada habitualmente por virus, produce diarrea, vómitos y fiebre. Para prevenirla, es esencial mantener una buena higiene y cuidado alimentario.
Otra enfermedad que puede surgir en primavera es la enfermedad de Lyme, transmitida por la picadura de garrapatas. Se presenta con un sarpullido característico y síntomas como fiebre, fatiga y dolor muscular. Si no se trata, puede afectar órganos importantes. El tratamiento se basa en antibióticos, y la prevención incluye el uso de ropa adecuada en zonas rurales y revisión corporal después de actividades al aire libre.
Finalmente, las erupciones cutáneas como la dermatitis atópica se agravan en esta estación debido a cambios de temperatura y humedad. Piel seca, picor y enrojecimiento son señales frecuentes. Se recomienda mantener la piel hidratada y consultar al dermatólogo si los síntomas persisten.
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