En las primeras etapas de una relación, la frecuencia sexual suele ser mayor, con encuentros que pueden llegar a ocurrir entre una y tres veces al día. Con el tiempo, esta cifra tiende a disminuir, estableciéndose en una media de tres veces por semana. A lo largo de los años, la frecuencia puede reducirse aún más, llegando a una vez cada 15 días o incluso una vez al mes, dependiendo de la dinámica de la pareja.
Las relaciones sexuales no solo tienen una función reproductiva, sino que también juegan un papel crucial en la salud emocional y física. Durante el acto sexual, el cuerpo libera sustancias químicas como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, conocidas por sus efectos positivos en el bienestar. La dopamina, en particular, está vinculada a la sensación de placer y recompensa, y su liberación aumenta los niveles de energía, optimismo y excitación.
Sin embargo, cuando las relaciones sexuales se vuelven menos frecuentes, los niveles de dopamina y endorfinas disminuyen, lo que puede desencadenar síntomas de depresión, ansiedad y otros trastornos emocionales. Algunos, incluso, pueden buscar una mayor frecuencia sexual para intentar «elevar» sus niveles de dopamina, aunque esto podría generar un ciclo insostenible.
Los especialistas destacan que la frecuencia de las relaciones sexuales puede disminuir a medida que las parejas se sienten más cómodas y establecen hábitos más relajados. Sin embargo, el sexo regular sigue siendo importante para fortalecer los lazos emocionales y mantener la conexión íntima.
Según un estudio publicado en la revista Archives of Sexual Behavior, las parejas casadas tienen relaciones sexuales aproximadamente 51 veces al año, lo que equivale a una vez por semana. No obstante, esta cifra varía significativamente según el estilo de vida y las circunstancias personales de cada pareja.
En definitiva, no existe una frecuencia «correcta» para las relaciones sexuales, sino que esta debe adaptarse a las necesidades y circunstancias de cada pareja. Lo que importa es la conexión emocional y la satisfacción mutua, más allá de la cantidad de encuentros sexuales. Priorizar la calidad sobre la cantidad es esencial para una vida sexual y emocional saludable.