
Uno de los peores accidentes en la industria petrolera ocurrió en Brasil en 2001, cuando la plataforma P-36 de Petrobras, la más grande del mundo en su momento, se hundió frente a las costas de Río de Janeiro en el océano Atlántico.
La tragedia se originó el 15 de marzo de 2001, cuando una explosión en la estructura de la plataforma provocó una inclinación que no pudo ser corregida, lo que resultó en su hundimiento total días después. La plataforma tenía una capacidad de producción de aproximadamente 84,000 barriles de petróleo por día, lo que evidenció la magnitud del impacto económico y medioambiental de este desastre.
El saldo humano de la catástrofe fue trágico: 11 trabajadores perdieron la vida en el accidente. Además, la pérdida económica se calculó en alrededor de 500 millones de dólares, sin contar los incalculables daños ambientales causados por el derrame de hidrocarburos en el océano.
Este accidente puso en el centro de la discusión la seguridad en las operaciones petroleras y la necesidad de mejorar los protocolos para prevenir futuras tragedias en la exploración y extracción de hidrocarburos en alta mar.
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