La contaminación del aire se ha convertido en un flagelo para la salud pública debido al devastador impacto que tiene en la salud humana. Alarmantemente, el aire contaminado es ahora reconocido como la causa principal de muertes relacionadas con enfermedades cardiovasculares, superando incluso a factores como el colesterol alto o la falta de actividad física.
Este enemigo invisible, la contaminación del aire, se ha consolidado como un destacado factor de riesgo cardiovascular, ubicándose detrás únicamente del tabaquismo, la hipertensión y los perjudiciales hábitos de vida, como una dieta poco saludable y el sedentarismo.
Según datos alarmantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en las naciones desarrolladas, uno de cada 10 fallecimientos diarios debidos a enfermedades cardiovasculares está directamente relacionado con la exposición a la contaminación ambiental. Aún más preocupante, alrededor del 31% de las muertes atribuidas a padecimientos cardiovasculares podrían prevenirse si se redujera el impacto de la contaminación ambiental.
Un estudio publicado en julio de 2023 en la revista «Ciencia del Medio Ambiente Total» reveló hallazgos inquietantes al demostrar que la exposición a partículas PM (material particulado) aumenta hasta un 18% el riesgo de desarrollar fibrilación auricular, una arritmia cardíaca común que provoca contracciones irregulares y anormalmente rápidas de las células de la aurícula (cardiomiocitos). Este incremento en el riesgo se traduce en un mayor peligro de sufrir infartos cerebrales y duplica la amenaza de muerte.
En respuesta a esta creciente amenaza para la salud, se han establecido guías de prevención de enfermedades cardiovasculares que enfatizan la necesidad de evitar una exposición elevada a la contaminación ambiental. El aumento de CO2 y otros contaminantes ambientales, como el material particulado (PM), pueden ingresar al torrente sanguíneo de manera fácil y rápida a través de la respiración, llegando a afectar cualquier parte del organismo.
Una vez que estas partículas PM penetran en los tejidos, desencadenan un aumento en la actividad del sistema nervioso simpático, resultando en la elevación de la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la frecuencia respiratoria. Como consecuencia, se liberan sustancias inflamatorias, creando un estado de estrés oxidativo que aumenta el riesgo de sufrir un infarto.
Es esencial tener en cuenta que las partículas PM también afectan de manera desproporcionada a grupos sensibles de la población, como niños, ancianos y aquellos que padecen enfermedades cardiorrespiratorias. Además de las enfermedades cardiovasculares, la contaminación atmosférica también se asocia con afecciones como la irritación de las vías respiratorias, incluida la sinusitis.