
Los avances en la ciencia reproductiva han vuelto a demostrar su capacidad de desafiar las barreras del tiempo con el nacimiento de Molly Everette Gibson, una bebé concebida a partir de un embrión congelado durante 27 años, un récord mundial en el campo de la fertilidad. Su llegada en 2022 no solo sorprendió a la comunidad médica, sino que también puso en evidencia los progresos logrados en las técnicas de crioconservación.
El embrión de Molly fue preservado en 1992 en el Centro Nacional de Donación de Embriones (NEDC), una organización cristiana sin fines de lucro en Tennessee que promueve la adopción de embriones congelados entre parejas que enfrentan problemas de fertilidad. El embrión fue transferido con éxito al útero de Tina Gibson, quien en ese momento tenía poco más de un año cuando el embrión fue congelado, lo que suma una dimensión inusual a la historia familiar.
Molly no es la primera en su familia con esta particularidad. Su hermana mayor, Emma, también fue concebida a partir de un embrión congelado durante 24 años, lo que en su momento también marcó un récord. Ambas hermanas, genéticamente idénticas, nacieron de embriones preservados juntos hace casi tres décadas.
El nacimiento de Molly ha sido posible gracias a los avances en la tecnología de congelación de embriones. Durante los años 90, los embriones eran congelados mediante técnicas más lentas y menos eficaces, pero el desarrollo posterior de la vitrificación, un método de congelación rápida, ha mejorado significativamente las tasas de supervivencia de los embriones tras la descongelación. Esto ha permitido que embriones conservados durante largos periodos puedan seguir siendo viables.
El proceso de criopreservación requiere mantener los embriones en nitrógeno líquido a temperaturas de -200 °C, lo que, según especialistas, puede preservar su capacidad de desarrollo de manera indefinida si se almacenan correctamente.
La adopción de embriones congelados se ha consolidado como una opción viable para parejas que enfrentan problemas de infertilidad y buscan alternativas para concebir. Este método no solo permite que embriones no utilizados puedan dar vida, sino que también ofrece una solución ética y religiosa para aquellas familias que consideran que la vida comienza desde la fertilización.
El NEDC, en particular, promueve esta práctica bajo principios religiosos, fomentando la adopción de embriones entre parejas casadas y destacando la importancia de ofrecer una segunda oportunidad de vida a estos embriones.
El caso de Molly y Emma no solo representa un hito en la vida de la familia Gibson, sino que también aporta valiosa información para la comunidad científica. El éxito de estos nacimientos demuestra que los embriones congelados pueden mantenerse viables durante décadas, lo que abre nuevas posibilidades en el campo de la fertilidad asistida y amplía el horizonte para parejas que buscan opciones de concepción.
Hoy en día, Molly y Emma viven como cualquier otra niña, pero su historia sigue siendo un testimonio de cómo la ciencia, la fe y la esperanza pueden unirse para desafiar los límites del tiempo y brindar nuevas oportunidades de vida.
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