A lo largo de los siglos, la Biblia ha sido reconocida no solo como un texto sagrado, sino también como una fuente de profecías que han despertado el interés de creyentes, estudiosos e historiadores. Diversas predicciones contenidas en las Escrituras han sido interpretadas como cumplidas a lo largo de la historia, alimentando debates sobre su carácter divinamente inspirado.
Una de las más citadas es la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., anunciada por Jesús en los Evangelios (Mateo 24:2), donde advirtió que no quedaría “piedra sobre piedra” del templo. Históricamente, este hecho ocurrió cuando las tropas romanas al mando de Tito arrasaron la ciudad, cumpliendo lo que muchos consideran una profecía precisa.
Otra profecía destacada se encuentra en el libro de Isaías, donde se menciona por nombre a Ciro, rey de Persia, como el libertador del pueblo judío, más de un siglo antes de que naciera. Según los registros históricos y bíblicos (Isaías 44:28 y Esdras 1:1), Ciro permitió el regreso de los judíos a Jerusalén y la reconstrucción del templo, tal como fue anticipado.
Asimismo, el auge y caída de imperios como Babilonia, Persia, Grecia y Roma fueron predichos en el libro de Daniel mediante visiones simbólicas que han sido interpretadas como un mapa profético del devenir histórico.
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