Ya sea con nuestra pareja, familia o amigos, hay una que otra conversación que sabemos que puede acabar en discusión, puede ser cualquier situación en la que un grano de arena acaba por convertirse en una montaña, el problema está en convertir estos temas en algo personal, dejándonos llevar por la pasión, la frustración y el enfado del momento.
En este tipo de conversaciones, podemos incluso desviarnos del tema inicial y acabar simplemente queriendo hacer daño al otro, criticándole por cosas que haga o diga, o sacando a relucir trapos sucios para intentar apoyar nuestros argumentos.
Cuando esto ocurre con alguien a quien queremos, puede acabar siendo muy doloroso. Y, si es con nuestra pareja, aún más. Porque por mucho que creamos que hemos ganado la discusión tras haber realizado algún juicio o crítica ingeniosa, lo cierto es que siempre ambos salimos perdiendo. Esto, además, hoy en día, suele ocurrir de forma asidua cuando hablamos por mensajes de Whatsapp o Instagram y se malinterpreta todo.
Cuando tenemos conversaciones difíciles, normalmente tendemos a pensar que una vez que hayamos ocupado una postura, no debemos salir de ella, por mucho intenten convencernos de lo contrario. Así, para defendernos y preservar nuestro orgullo, les atacamos de forma personal y viceversa. No nos damos cuenta de que nos estamos equivocando hasta que cruzamos una línea a la que, en primer lugar, nunca deberíamos habernos acercado.
Lo cierto es que, normalmente, todo comienza con el cómo sale el tema de conversación. A veces, quien lo saca no es consciente de cómo dice las cosas y ello hace que el debate no empiece con buen pie. Por ejemplo, si nuestra pareja no ha fregado los platos, deberíamos hacérselo saber y pedirle que lo hiciera, pero lo que ocurre a menudo es que directamente nos ponemos a la defensiva y le echamos en cara otras cosas relacionadas con ello.
Subimos el tono y hacemos que haya más implicación emocional, porque ya no solo estamos hablando de una cosa concreta, sino que estamos criticando que hay otras cosas que hace mal. El otro se pone a la defensiva, no acepta que algo nos moleste de esa forma y se genera en ciclo sin fin en el que es imposible tener una conversación racional. Cualquier tipo de acusación o ataque dificultará la comunicación entre ambos, tenga quien tenga la culpa.
Para solucionarlo, si tenemos un problema con nuestra pareja, debemos sacar el tema de forma que el otro se sienta cómodo y seguro para expresar también su opinión. Debemos crear una atmósfera en la que ambos estemos conectados y dispuestos a trabajar juntos en la cuestión de la que queramos hablar.
Pero, ¿qué podemos hacer cuando estas conversaciones se dan por mensaje de texto y no en persona? Como ya hemos dicho, por Whatsapp, tendemos a malinterpretarlo todo, porque no vemos las expresiones faciales del otro, ni escuchamos su tono de voz ni podemos percatarnos de su lenguaje corporal.
Cuando sea posible, es vital que hablemos cara a cara o por videollamada, pero, si no lo es, debemos tratar de ser cuidadosos con nuestras palabras y no dejarnos llevar por las emociones del momento, obligándonos pensar antes de escribir, además de ir preguntándole a la otra persona cómo se siente.
Muchas conversaciones, por ordinarias que sean, pueden acabar convirtiéndose en una lluvia de ataques personales y críticas, que convertirán nuestra casa en un campo de batalla. Trabajar de forma individual y en pareja en saber cuándo parar, respirar hondo y comenzar de nuevo es fundamental para que la comunicación en una relación funcione.
Estefanía López Paulín
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