Nacemos con un conjunto de necesidades relacionales básicas: aceptación, afecto, seguridad, atención, aprecio, aprobación, respeto, apoyo… Cuando una o más de estas necesidades faltan en la infancia, el niño aprende a adaptar su comportamiento en un intento de sentirse aceptado y amado.
Un ejemplo de ello sería el niño que siente que solo es amado si logra cumplir con las altas expectativas de sus padres: se esforzará por alcanzar el perfeccionismo cuando sea adulto y sentirá que está fallando constantemente.
El apego es el vínculo emocional a través del cual el niño adquiere seguridad y confianza en sí mismo y en el mundo que le rodea, Las funciones principales del apego son permitir la exploración, dotar de seguridad y enseñar a regular y calmar las emociones. Para que puedan darse estas funciones que el apego proporciona, necesitamos que los adultos puedan conectar con el niño. Cuando esta sintonía no se produce las funciones del apego serán intermitentes o inexistentes.
Existen dos tipos de apego: seguro e inseguro. En el apego seguro, el niño no siente inseguridad o ambivalencia ante la respuesta del cuidador. Ve al cuidador como una persona predecible en sus actos y respuestas. El niño se siente querido, aceptado y valorado. No les provoca miedo la intimidad con el otro o el abandono.
Dentro del apego inseguro podemos encontrarnos tres tipos: ansioso, evitativo y desorganizado. Aquí se genera una disonancia en el niño, ya que la misma figura que proporciona cuidado y afecto es la misma que genera miedo. «Es importante tener en cuenta que aprendemos a relacionarnos por primera vez con nuestras figuras de referencia.
Tipos de apego inseguro
Apego ansioso-ambivalente: Este tipo de apego se caracteriza por miedo y angustia ante la separación.
Apego evitativo: En este tipo de vinculo se aprende a no mostrar emociones, por tanto a distanciarse de ellas, y a evitar la cercanía e intimidad con el otro.
Apego desorganizado: El niño pierde la confianza en el cuidador y siente miedo hacia este. Se genera una disonancia en el niño, ya que la misma figura que me proporciona cuidado y afecto es la misma que genera miedo.
Hay que tener en cuenta que muchas de nuestras vivencias, miedos y experiencias van a ser de forma inconsciente transmitidos en nuestra relación. Porque todos, absolutamente todos, somos dependientes: dependemos los unos de los otros para sobrevivir.
Mientras que en el apego seguro una persona identifica aquello que le hace daño y va a tener en cuenta lo que necesita, lo que le gusta, por supuesto cuidará a la otra persona, pero sin perder su independencia y sin fusionarse en el otro, en el apego ansioso la persona se va a vincular con su pareja desde el miedo y la necesidad, va a intentar fusionarse con el otro. Pensar igual y sentir igual.
Por otro lado, en el apego evitativo la persona necesita mantenerse lejos del vínculo, acercarse genera miedo.
Y finalmente, quienes tienen un apego ansioso-ambivalente, son personas que en las relaciones de pareja y las relaciones en general, van a ser muy complacientes, dejando de lado sus necesidades para cubrir las de su pareja. Van a buscar su propio bienestar en su pareja, por tanto, se genera una dependencia.
Estefanía López Paulín
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