La palabra «exorcismo» evoca imágenes de batallas espirituales entre el bien y el mal, donde un sacerdote lucha contra un ser demoníaco que ha poseído a una persona. Esta práctica, arraigada en la tradición religiosa, ha sido motivo de debate durante siglos, siendo inmortalizada en la cultura popular a través de películas de terror y relatos dramáticos. Pero ¿Qué dice la ciencia respecto a este tema?
A medida que la ciencia ha avanzado en áreas como la neurología, la psicología y la psiquiatría, ha surgido un cuestionamiento sobre la veracidad de las posesiones demoníacas. Desde hace siglos, ha habido dificultades para distinguir entre posesiones satánicas y síntomas de enfermedades mentales.
Un caso histórico relevante es el del doctor Eberhard Gmelin en 1791, quien diagnosticó a una paciente con un trastorno de personalidad disociativo, en lugar de atribuirlo a posesiones demoníacas, cuando esta alternaba entre dos personalidades distintas, una de las cuales hablaba francés sin haberlo aprendido previamente.
Otro caso que destaca en esta discusión es el de Anneliese Michel, una joven alemana que murió desnutrida y deshidratada después de someterse a un exorcismo. Tanto los sacerdotes que llevaron a cabo el exorcismo como los padres de Michel fueron acusados de homicidio negligente.
Ante esto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica la «posesión demoníaca» como una forma de trastorno disociativo, indicando que existe una base científica para estos fenómenos. Se ha codificado en la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales (CIE) como F-44.3, trastorno de trance, o F-44.81, trastorno de personalidad múltiple, y se conoce también como «demonopatía» o «demonomanía».
La cuestión de si existen las posesiones demoníacas depende en gran medida de la fe. Sin embargo, desde una perspectiva científica, la evidencia sugiere que muchos casos de posesiones demoniacas pueden atribuirse a trastornos mentales, la maldad humana, sugestión mental y falta de conocimiento.