El acto de mentir se convierte en un «lubricante social», según Cristina Comaford, colaboradora de Forbes, que facilita las interacciones diarias. La psicóloga Bella DePaulo, de la Universidad de Virginia, afirma que tanto hombres como mujeres mienten en aproximadamente una quinta parte de sus intercambios sociales de más de 10 minutos. Las mujeres tienden a mentir para evitar herir sentimientos, mientras que los hombres suelen mentir sobre sí mismos.
La frecuencia y compulsión de mentir pueden llegar a ser tan significativas que se consideran un trastorno psicológico conocido como mitomanía o pseudología fantástica. Este comportamiento repetitivo de mentir está asociado con diversas áreas del cerebro.
Cuando mentimos, el lóbulo frontal del neocórtex, que suprime la verdad, se activa. El sistema límbico, responsable de las emociones, se estimula debido a la ansiedad que produce el engaño. El lóbulo temporal, encargado de recuperar recuerdos y crear imágenes mentales, también participa en el proceso de construir la mentira. Además, la corteza cingulada anterior ayuda a controlar los errores, y la corteza prefrontal lateral dorsal trata de adecuar nuestro comportamiento a la mentira.
El engaño verbal, como lo describe Feldman, es un campo de estudio extenso. Mentir puede ser motivado por la dificultad para establecer límites personales o profesionales. Según Healthline, cuestionarse el peor resultado de decir la verdad puede ayudar a reducir la inclinación a mentir.
El acto de mentir es una actividad cerebral compleja y multifacética, impulsada por diversas razones sociales y psicológicas. La próxima vez que te encuentres mintiendo, recuerda que tu cerebro está trabajando arduamente para mantener la fachada