Debajo del segundo sitio religioso más visitado del mundo, la Basílica de Guadalupe, se esconde una de sus estructuras más secretas: el cepo, una gigantesca alcancía subterránea que recibe diariamente miles de monedas depositadas por los fieles.
Lo más sorprendente es el sofisticado sistema que permite la recolección de estas limosnas. Una red de tubos ocultos conecta las decenas de alcancías distribuidas en el templo, permitiendo que las monedas fluyan hasta su destino final en el cepo. Su existencia no es ampliamente conocida y no hay fotografías de su infraestructura, pero fue revelada accidentalmente por el fallecido párroco Pedro Herrasti en el folleto «El Verdadero Catolicismo (EVC)».
Según Herrasti, esta innovadora estructura fue diseñada en 1974 por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien construyó la nueva Basílica. Desde entonces, se sabía que la cantidad de monedas era tan grande que resultaba imposible contarlas manualmente. Por ello, el cepo no solo almacena y resguarda el dinero, sino que también cuenta con un sistema de contabilización automática.
Aunque no hay cifras oficiales sobre el dinero que llega al cepo, se puede estimar su magnitud considerando el número de visitantes. Solo el 12 de diciembre de 2022, durante la celebración de la Virgen de Guadalupe, la Basílica recibió 2.5 millones de fieles, una cantidad similar a la población de estados enteros como Tlaxcala y Querétaro. A lo largo del año, el número total de visitantes asciende a 18.5 millones, lo que lo convierte en el segundo templo más visitado del mundo, después del Vaticano.
Pocos han tenido acceso a esta misteriosa bóveda subterránea, y la Iglesia no está obligada por ley a revelar cuánto dinero fluye a través de su complejo sistema de tuberías. Sin embargo, lo que sí es un hecho es que cada moneda depositada en las alcancías inicia un viaje secreto por este enigmático mecanismo, cuyo funcionamiento sigue siendo un misterio para la mayoría de los fieles.
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