El consumo excesivo de alimentos ultraprocesados está en el punto de mira de los científicos y expertos en salud debido a sus preocupantes implicaciones para la salud mental y cognitiva. Un metaanálisis reciente, publicado en la revista Nutrients, revela que las dietas ricas en estos alimentos están fuertemente vinculadas a un mayor riesgo de depresión y ansiedad.
Los estudios señalan que incluso una proporción moderada de calorías procedentes de alimentos ultraprocesados, tan solo el 33 %, se asocia con un aumento del 44 % en el riesgo de depresión y un 48 % en el riesgo de ansiedad. En otro estudio, el consumo del 20 % de las calorías provenientes de estos alimentos se relacionó con un 28 % más de rapidez en el deterioro cognitivo.
Los investigadores descubrieron que cada incremento del 10 % en el consumo de estos alimentos aumentaba el riesgo de demencia en un 25 %, según un seguimiento a largo plazo que involucró a medio millón de individuos.
«Los alimentos ultraprocesados tienen más en común con elementos adictivos como el tabaco que con los alimentos naturales», advierte Ashley Gearhardt, profesora de psicología en la Universidad de Michigan, destacando su potencial para crear adicción.
Además, el consumo de estos alimentos se asocia con una serie de afecciones que afectan el cerebro, como la inflamación crónica, la hipertensión y la diabetes tipo 2, relacionadas con el aumento del riesgo de demencia vascular.
Los aditivos presentes en estos alimentos, como edulcorantes artificiales y glutamato monosódico, interfieren con la producción de sustancias químicas cerebrales esenciales, lo que puede afectar negativamente el bienestar mental y emocional.
La profesora de nutrición Cindy Leung, de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, señala que las personas deben ser conscientes de la manipulación de las empresas alimentarias y educar a los niños sobre las estrategias de marketing que buscan incentivar el consumo de estos productos.
Las recomendaciones para reducir el consumo de alimentos ultraprocesados incluyen optar por alimentos menos procesados, elegir productos con menos sodio y azúcar añadido, y centrarse en ingredientes reconocibles y listas de ingredientes cortas.
«Es esencial generar conciencia sobre los riesgos asociados con estos alimentos y optar por una dieta más equilibrada, que incluya frutas, verduras y alimentos integrales», concluye Gearhardt.
Este llamado a la acción destaca la importancia de tomar decisiones informadas y adoptar hábitos alimenticios que fomenten la salud cerebral y general, minimizando el consumo de alimentos ultraprocesados.
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