Me resulta imposible aceptar como es posible que una persona que se dice padre o madre, tenga la capacidad impresionantemente enferma para dañar la salud mental de sus hijos.
Así es estimado lector, usted que está leyendo estas líneas, y quizá me entiende perfectamente lo que escribo, porque es un dolor profundo, el que siente un padre o una madre que se ve perdido, al ver como la perversidad y el odio nos arrebata lentamente a nuestro hijo o hija, el ver con impotencia el daño que está recibiendo lo que más uno ama en esta vida, no se lo deseamos a nadie.
Pero los hijos no son los culpables: que es la alienación parental ?, de acuerdo a su descripción …”se define como el conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual, un progenitor, mediante distintas tácticas o estrategias, intenta transformar la conciencia de sus hijos, con el objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con su otro progenitor”…, sobre todo son víctimas los niños, en sus primeros años de vida.
Así es, leyó usted bien, definitivamente hay que tener una alma bastante perversa, destruida, y podrida, para hacerle daño a su propio hijo, hija, en consecuencia del resultado del odio de un progenitor a otro.
Y es así, el odio, la envidia de aquel o aquella, con éste o con aquella, por la infelicidad que le resulta, de ver la felicidad del otro u otra; la aniquila, sin embargo; en ocasiones esto más intenso, cuando existe una manipulación por parte del progenitor al presentar un cuadro de sociópata narcisista, con un grado de manipulación extremo, del que son objeto, realmente deben estar tratados psiquiátricamente, o de plano encerradas en un manicomio, son personas enfermas mentales.
Estos temas, desgraciadamente no se tocan, son dolorosos y las autoridades están muy limitadas para tratar, inhibir y acompañar a las víctimas, más si la víctima resulta ser un hombre, es casi imposible, es la verdad, todo el crédito es para la mujer.
En esta época de visibilizar estas enfermedades sociales, al menos usted que me está leyendo, y que está pasando por estos momentos, que no duran poco, sino años, existimos personas empáticas con estas realidades y que es un fuego que nos va consumiendo poco a poco
Insisto nuestros hijos no son los culpables, son el resultado del odio, la maldad y la perversidad del progenitor trastornado o trastornada mentalmente.
Edgardo Hernández Contreras