
A menudo, las habilidades que se ejecutan sin pensarlo se vuelven tan automáticas que rara vez las notamos. Un curioso fenómeno relacionado con esta situación se ilustra en una rima del siglo XIX que narra la historia de un ciempiés que, después de ser cuestionado por un sapo sobre el orden de sus patas al caminar, cae en confusión y pierde su habilidad.
Si bien se desconoce al autor original, esta rima destacó por primera vez en la revista científica Nature en 1889, citada por el zoólogo británico E. Ray Lankester. Posteriormente, el psicólogo George Humphrey la identificó como una reflexión psicológica, defendiendo que aquellos expertos en una tarea no necesitan concentración constante en el trabajo rutinario, ya que podría afectar negativamente su ejecución.
Este concepto, conocido como la «ley de Humphrey», sugiere que una vez que una acción se convierte en algo natural, la mente no necesita enfocarse en sus mecanismos. De hecho, hacerlo podría interferir con la capacidad para realizarla. Este fenómeno, también conocido como el «efecto del ciempiés», se ha manifestado en diversos ámbitos, incluyendo la investigación científica y los deportes.
Por ejemplo, el director de orquesta Adolf Busch, cuando intentó explicar cómo tocar un pasaje específico del concierto para violín de Beethoven, descubrió que ya no podía ejecutarlo. Esta «ley de Humphrey» ha impactado incluso el estudio de la interacción humana, ya que analizar algo que se hace de manera natural, como interactuar con otros, puede complicarse al intentar descomponerlo para su comprensión científica.
En el campo deportivo, los atletas a veces enfrentan lo que se conoce como los «yips», una especie de bloqueo que afecta su desempeño. En situaciones más cotidianas, a todos nos puede ocurrir, como cuando nos preguntan cómo hacemos algo habitual y, de repente, nos volvemos torpes o confundidos al intentar hacerlo conscientemente.
La «ley de Humphrey» continúa siendo un enigma interesante en el estudio de la mente y el comportamiento humano, recordándonos que a veces, pensar demasiado en nuestras acciones automáticas puede ser contraproducente.
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