
Este lunes 21 de abril, la Iglesia católica y el mundo despidieron al Papa Francisco, quien falleció a los 88 años en su residencia de Casa Santa Marta, en el Vaticano. Su muerte, confirmada por el Camarlengo Kevin Joseph Farrell, ocurrió a las 7:35 de la mañana (hora del Vaticano), luego de varios meses de complicaciones de salud que lo mantuvieron hospitalizado durante más de un mes.
Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, Argentina, ocupó el pontificado durante once años, desde su histórica elección en 2013 como el primer Papa jesuita, el primero proveniente de América y el primero no europeo en más de 1,200 años. Su liderazgo marcó una época de profundas transformaciones y desafíos para la Iglesia católica.
Conocido por su cercanía, sencillez y compromiso con los marginados, el pontífice impulsó una reforma integral de la Curia vaticana, buscó transparencia financiera y abordó con decisión los escándalos de abuso clerical. Aunque enfrentó resistencia interna y generó divisiones, dejó una huella imborrable por su enfoque pastoral y su constante llamado a una Iglesia más humilde, inclusiva y comprometida con los más necesitados.
Durante su papado, se convirtió en una figura global influyente, destacando por su firme posición en favor de la paz, la justicia social y el cuidado del medio ambiente. Su encíclica Laudato si’ fue un hito en la doctrina social de la Iglesia, al igual que su mensaje sobre la fraternidad humana y su defensa de los migrantes.
La última aparición pública del Papa fue el Domingo de Resurrección, cuando, visiblemente debilitado, impartió la bendición Urbi et Orbi desde la Plaza de San Pedro. En esa jornada también sostuvo un breve encuentro con el vicepresidente de Estados Unidos, sin que se anticipara el desenlace que conmocionaría horas después a la comunidad internacional.
Francisco deja una Iglesia transformada y un legado que trasciende lo religioso. Abrió debates complejos como la inclusión de las mujeres en cargos de responsabilidad dentro del Vaticano, el acercamiento a las comunidades LGBT+ y el papel de la Iglesia en la política global, siempre desde una mirada pastoral más que institucional.
Aunque aún no se han anunciado oficialmente los detalles de sus exequias, se sabe que el Papa no será sepultado en las grutas vaticanas, como sus predecesores, sino en la Basílica de Santa María la Mayor, lugar que visitaba con frecuencia y al que profesaba una profunda devoción. Tal como él mismo dejó establecido, su funeral será más sencillo que los tradicionales, reflejo de la visión reformista y austera que caracterizó su vida.