
Vivimos en una era en la que las pantallas son parte integral del día a día. Niñas, niños, adolescentes y jóvenes están expuestos desde edades cada vez más tempranas a un flujo constante de imágenes, videos y juegos que, muchas veces, incluyen violencia explícita. Este fenómeno ha despertado la preocupación de padres, educadores y especialistas en salud mental, quienes advierten sobre una creciente insensibilidad emocional en las nuevas generaciones. ¿Qué está ocurriendo?
La psicología del desarrollo nos muestra que la infancia y la adolescencia son etapas clave para la formación de la empatía, la capacidad de reconocer y responder adecuadamente a las emociones de los demás. Cuando un cerebro en desarrollo se expone de manera reiterada a situaciones violentas —incluso desde la ficción— puede producirse un fenómeno conocido como desensibilización emocional. Este proceso implica una disminución progresiva en la reacción afectiva frente al dolor ajeno. En otras palabras, lo que al principio impacta, conmueve o perturba, con el tiempo se vuelve normal, e incluso entretenido.
Estudios en neurociencia han demostrado que, tras consumir contenido violento de forma repetida, ciertas regiones del cerebro vinculadas con la empatía y el juicio moral (como la amígdala y la corteza prefrontal) muestran una actividad reducida. Es decir, la exposición constante a este tipo de estímulos puede atenuar la respuesta emocional, haciendo que los jóvenes sean menos sensibles al sufrimiento real.
Además, se ha identificado una tendencia preocupante: la banalización del dolor. En redes sociales, por ejemplo, abundan los videos de peleas, accidentes o incluso tragedias, presentados con un enfoque humorístico o como simple entretenimiento. Este tipo de contenido refuerza la idea de que la violencia es parte del espectáculo, desplazando la reflexión crítica por la gratificación inmediata.
No se trata de demonizar la tecnología ni el entretenimiento, sino de promover un consumo más consciente y equilibrado. La clave está en educar emocionalmente, desarrollar pensamiento crítico y fomentar espacios donde el diálogo y la empatía sean valores centrales. Psicólogos, educadores y familias deben trabajar juntos para contrarrestar esta tendencia, acompañando a las nuevas generaciones en la construcción de una sensibilidad auténtica frente al mundo que las rodea.
Pero ¿qué podemos hacer para no caer en esta falta de sensibilidad emocional?
- Selecciona conscientemente lo que consumes
Antes de ver una serie, película o video, pregúntate si el contenido aporta algo positivo. No todo lo que es popular o viral vale la pena. - Ponle límites al contenido violento
Evita exponerte constantemente a imágenes o videos agresivos. Aunque creas que “no te afecta”, el cerebro sí lo registra y puede normalizarlo. - Habla de lo que ves
Conversar con otras personas sobre lo que te impactó (o incomodó) en un contenido puede ayudarte a procesarlo emocionalmente y mantener tu empatía activa. - Desarrolla tu empatía de forma activa
Lee historias reales, mira documentales humanos, escucha a otros con atención. Esto refuerza tu conexión con las emociones propias y ajenas. - Desconéctate para reconectar
Tómate pausas digitales. Sal a caminar, comparte con personas cara a cara, observa tu entorno sin pantallas. La sensibilidad se cultiva en la vida real.
En un tiempo donde todo puede ser visto en segundos, lo urgente es volver a enseñar a mirar con profundidad.
Estefanía López Paulín
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