
Durante décadas, el diagnóstico del Parkinson ha sido tardío: la mayoría de los pacientes ya ha perdido más del 60 % de sus neuronas dopaminérgicas cuando aparecen los primeros síntomas visibles como temblores o rigidez muscular. Sin embargo, un nuevo hallazgo científico podría cambiar este escenario y marcar un punto de inflexión en la lucha contra esta enfermedad neurodegenerativa.
Investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén han desarrollado una prueba basada en el análisis de fragmentos de ARN de transferencia (tRFs), pequeñas moléculas no codificantes que cumplen funciones regulatorias en las células. El estudio identificó una secuencia específica de tRFs, denominada RGTTCRA, que se encuentra en niveles elevados en personas con Parkinson incluso en fases muy tempranas. Además, se detectó una reducción de tRFs de origen mitocondrial. La relación entre ambos tipos permite diferenciar con precisión a personas sanas de aquellas en etapa preclínica.
Este avance ofrece una herramienta sencilla, robusta y potencialmente accesible, a diferencia de otras pruebas más costosas que también se están investigando en Europa y EE. UU. Su implementación temprana podría facilitar tratamientos más eficaces, ya que permitiría intervenir antes de que el daño neuronal sea irreversible.
Aunque el test aún debe validarse en poblaciones más amplias y demostrarse su capacidad para distinguir el Parkinson de otras enfermedades similares, ya ha sido patentado provisionalmente en EE. UU. y podría llegar pronto a la práctica clínica.
Con estimaciones que proyectan hasta 25 millones de casos de Parkinson para 2050, esta nueva prueba representa una esperanza concreta. Es un claro ejemplo de cómo la biología molecular puede transformar el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades hasta ahora difíciles de abordar en sus primeras fases.
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