La creencia de que el alma pesa 21 gramos tiene su origen en un experimento realizado en 1907 por el médico estadounidense Duncan MacDougall. Él intentó medir el peso del alma al observar a seis pacientes moribundos sobre una balanza especialmente diseñada. MacDougall afirmó que, en el momento exacto de la muerte, el cuerpo perdía aproximadamente 21 gramos, lo que interpretó como el peso del alma dejando el cuerpo.
Aunque sus métodos fueron muy cuestionados por la falta de rigor científico (con muestras pequeñas, mediciones imprecisas y sesgos evidentes), la idea capturó la imaginación popular. Con el tiempo, el concepto fue adoptado por la cultura popular, apareciendo en libros, películas (como 21 Gramos, de 2003) y otras formas de arte, reforzando la idea romántica y misteriosa de que el alma tiene una presencia física medible.
Hoy en día, la ciencia ha descartado esta teoría, atribuyendo cualquier pérdida de peso post-mortem a procesos fisiológicos, como la evaporación de fluidos. Aun así, el mito de los «21 gramos» sigue vivo como símbolo de la conexión entre el cuerpo y el espíritu.
