Poner el arbolito navideño representa una de las tradiciones decembrinas por excelencia. Sacar del armario esa polvorienta caja en la que se guardan las ramas, esferas y estrellas. Después pelearse con las luces para lograr desenredarlas y darle así color y alegría a nuestro árbol navideño. Que adornará nuestro hogar. Pero, más allá de esta tradición ¿Conoces el origen del árbol de Navidad?
El árbol de Navidad, símbolo icónico de las festividades, tiene orígenes complejos y diversos que se remontan a antiguas celebraciones del solsticio de invierno. En Europa, las culturas paganas usaban árboles de hoja perenne para representar la victoria de la vida sobre la oscuridad. Aunque no hay un consenso claro sobre su origen exacto, muchos coinciden en que la tradición se consolidó en el norte de Europa, especialmente en Letonia y Estonia. En 1510, el gremio de mercaderes de la Casa de las Cabezas Negras en Riga decoró un árbol, mientras que en Tallin se celebró un evento similar en 1441.
Sin embargo, se cree que el árbol de Navidad moderno tiene sus raíces en Alemania. En el siglo VIII, el misionero San Bonifacio, al encontrarse con paganos adorando un roble, proclamó que un abeto era el «árbol sagrado». Con el tiempo, los árboles de hoja perenne se integraron a las celebraciones cristianas. En el siglo XVI, Martín Lutero colgó velas en un árbol, iniciando la tradición de decorar los árboles navideños con luces.
La tradición se expandió en el siglo XIX, especialmente en Inglaterra, donde la reina Victoria y su esposo, el príncipe Alberto, popularizaron el árbol navideño tras ser retratados con uno en 1848. En Estados Unidos, la costumbre también creció en popularidad hacia finales de ese siglo.
A medida que la demanda de árboles naturales aumentaba, surgieron los árboles artificiales en la década de 1880, inicialmente hechos de plumas de ganso y luego de plástico, ofreciendo una alternativa ecológica y económica.
Hoy en día, es imposible imaginar pasar estas fiestas navideñas sin la cálida presencia de un árbol de Navidad en nuestros hogares, un símbolo de unión, luz y esperanza que se ha preservado con el paso del tiempo y las generaciones.
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