La terapia de presión profunda (TPD) es una técnica terapéutica que involucra la aplicación de una presión constante y controlada sobre el cuerpo de la persona, ya sea mediante abrazos, vendajes, o dispositivos como chalecos de presión.
Su aplicación está especialmente dirigida a personas que sufren de trastornos neurológicos, sensoriales o emocionales, como el trastorno del espectro autista, el trastorno de ansiedad, el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, o el estrés postraumático.
Esta técnica se basa en la estimulación táctil profunda, lo que genera una sensación de «seguridad» y «calma» en el cuerpo. Se ha demostrado que la presión física tiene un impacto directo sobre el sistema nervioso autónomo, particularmente sobre la regulación del sistema nervioso parasimpático, que está involucrado en las respuestas de relajación y recuperación del cuerpo.
Al aplicar presión en ciertas áreas, como los brazos, los hombros o la espalda, se puede ayudar a reducir los niveles de ansiedad y mejorar el enfoque y la concentración, factores que a menudo son desafiantes para las personas con los trastornos mencionados.
Neurociencia de la Terapia de Presión Profunda
La base neurocientífica de la terapia de presión profunda se encuentra en la estimulación de las vías sensoriales del cuerpo que activan el sistema nervioso parasimpático. En términos más simples, la presión profunda estimula la liberación de neurotransmisores como la serotonina, la dopamina y la oxitocina, que son conocidos por sus efectos calmantes y de bienestar.
La oxitocina, en particular, conocida como la «hormona del abrazo», juega un papel clave en la regulación emocional, ya que promueve sentimientos de conexión y seguridad. Este neurotransmisor se libera con el contacto físico cercano, como los abrazos, lo que ayuda a reducir el estrés y la ansiedad, generando una sensación de bienestar.
Además, la estimulación de la presión profunda también puede reducir los niveles de cortisol, la hormona relacionada con el estrés. Esto se debe a que la presión física actúa sobre el sistema nervioso autónomo, equilibrando la respuesta del cuerpo al estrés.
Beneficios en Trastornos Específicos
Para las personas con TEA, por ejemplo, este tipo de terapia puede ofrecer una herramienta valiosa para manejar la sobrecarga sensorial. Muchos individuos con autismo tienen una hipersensibilidad sensorial, lo que hace que el contacto físico o ciertos estímulos sean abrumadores.
La presión profunda, en cambio, proporciona un tipo de estimulación que es percibida como más organizada y menos invasiva, ayudando a calmar el sistema nervioso y reducir la agitación.
De manera similar, en personas con TDAH, la terapia de presión profunda puede ser útil para mejorar la concentración y reducir los síntomas de hiperactividad. Al estimular el sistema nervioso de una manera controlada, se ayuda a aumentar la capacidad de atención y a regular el comportamiento impulsivo.
La terapia de presión profunda se presenta como una herramienta terapéutica poderosa y accesible para ayudar a las personas con trastornos emocionales y neurológicos a encontrar un equilibrio en su bienestar. Su base neurocientífica demuestra cómo la estimulación táctil puede ser un camino eficaz hacia la regulación emocional, el control del estrés y la mejora de la calidad de vida de quienes la practican.
Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefaníalopez@outlook.com
Número: 4881154435