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La toxicidad de la comparación

Por Estefanía López

Vivimos en un mundo donde la comparación parece ser una constante, una sombra que nos persigue incluso en los momentos en que no la buscamos. Desde las redes sociales hasta las conversaciones cotidianas, somos bombardeados por imágenes de vidas «perfectas» y éxitos rotundos.  

En un entorno tan saturado de estándares inalcanzables, no es difícil que nuestra mente caiga en la trampa de compararnos constantemente con los demás. Pero ¿sabías que esta comparación continua puede ser un arma poderosa en contra de nosotros mismos? 

La comparación se disfraza como un mecanismo natural de la mente humana, algo que todos hacemos sin darnos cuenta. En su forma más inocente, comparar puede parecer una herramienta útil para evaluarnos, aprender y mejorar. Sin embargo, cuando dejamos que esta práctica se apodere de nuestra percepción, la comparación se convierte en un enemigo silencioso que socava nuestra autoestima y bienestar. 

Uno de los mayores peligros de la comparación es que solemos compararnos con versiones idealizadas de los demás. Como mencionábamos en columnas anteriores en las redes sociales cada publicación está cuidadosamente seleccionada y editada para mostrar solo lo mejor. No vemos el esfuerzo, los fracasos o los momentos difíciles, solo los triunfos y las imágenes más pulidas.  

Compararnos con estas versiones filtradas de la realidad es injusto para nosotros mismos, porque estamos juzgando nuestras vidas basándonos en fragmentos de las vidas ajenas, sin conocer sus contextos completos. 

Un ciclo de insatisfacción 

A medida que nos comparamos, tendemos a caer en un ciclo interminable de insatisfacción. Si nos sentimos por debajo de los demás, experimentamos frustración, ansiedad y una sensación de insuficiencia. Este ciclo puede minar nuestra paz mental, pues nos volvemos prisioneros de un juego de comparaciones que nunca tiene fin. 

Lo paradójico es que, en lugar de motivarnos a ser mejores, esta comparación constante puede hacernos sentir impotentes. Pensamos que siempre hay alguien más logrado, más exitoso, más feliz, y esa percepción nos hace sentir que nunca estamos «a la altura». Esto nos aleja de nuestra verdadera esencia y nos desvía del camino hacia nuestras propias metas y sueños. 

Pero ¿cómo podemos liberarnos de la trampa de la comparación? En primer lugar, es esencial ser conscientes de lo que estamos haciendo. La autoconciencia es el primer paso hacia el cambio. Al darnos cuenta de que nos estamos comparando constantemente, podemos hacer un esfuerzo consciente por parar y redirigir nuestro enfoque hacia lo que verdaderamente importa: nuestro crecimiento personal. 

Cultivar la autocompasión es otro aspecto fundamental. En lugar de ser nuestros peores críticos, debemos aprender a tratarnos con la misma amabilidad y comprensión con que trataríamos a un buen amigo. Reconocer que no somos perfectos y que está bien tener días malos, fracasos o inseguridades, es un acto de valentía que nos libera de la presión externa. 

En lugar de ver la comparación como una competencia en la que siempre salimos perdiendo, podemos intentar verla como una fuente de inspiración. Si alguien ha alcanzado lo que tú deseas, en lugar de sentirte menos, pregúntate: ¿qué puedo aprender de su historia? ¿Qué pasos puedo dar para acercarme a mis propios sueños, sin perder de vista mi singularidad? 

Cada uno tiene su propia lucha, su propio contexto y momento. El verdadero reto no es ser mejor que los demás, sino ser la mejor versión de ti mismo. 

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435 

 

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