El sábado 28 de septiembre, Hezbollah confirmó la muerte de su líder, Sayed Hassan Nasrallah, tras un intenso bombardeo israelí ocurrido el día anterior cerca de Beirut. Este hecho marca una escalada significativa en el conflicto de la región y eleva los temores de que una guerra a gran escala estalle en Medio Oriente.
El ejército israelí, al anunciar que estaba en alerta máxima, confirmó el ataque que acabó con la vida de Nasrallah, destruyó seis bloques de apartamentos. El bombardeo dejó al menos 11 muertos y más de 100 heridos, según informaron las autoridades de Salud.
Nasrallah, un clérigo chiíta, carismático orador y astuto estratega, lideró a Hezbollah en una prolongada campaña de desgaste que logró la retirada israelí del sur del Líbano en el año 2000. Posteriormente, el grupo continuó su lucha hasta empatar fuerzas con Israel y se involucró en el conflicto sirio apoyando al presidente Bashar al-Assad.
A pesar de su control sobre Hezbollah desde 1992, Nasrallah vivió en la clandestinidad en los últimos tiempos, en gran parte por temor a ser asesinado, ya que los ataques de su grupo contra el norte de Israel desde el año pasado habían provocado el desplazamiento de unas 60 mil personas.
Fuentes militares israelíes informaron que Ali Karki, comandante del frente sur de Hezbollah, también falleció en el ataque, junto con Abbas Nilforushan, un destacado general de la Guardia Revolucionaria de Irán, según informes de los medios estatales iraníes.
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