El pozole es uno de los platillos más emblemáticos de la gastronomía mexicana, con una historia que se remonta a la época prehispánica. Su origen está ligado a las antiguas civilizaciones que habitaron Mesoamérica, en particular a los mexicas. La palabra «pozole» proviene del náhuatl *pozolli*, que significa «espuma», haciendo referencia al maíz cacahuazintle que se utiliza en su preparación, ya que al hervir, este tipo de maíz se abre y forma una textura esponjosa.
En tiempos precolombinos, el pozole tenía un carácter ritual y estaba asociado con ceremonias religiosas. Según algunos registros históricos, el pozole se preparaba originalmente con carne humana, como parte de los sacrificios dedicados a los dioses mexicas. Tras la llegada de los conquistadores españoles y la evangelización, esta práctica fue prohibida y la receta evolucionó, utilizando carne de cerdo, que fue introducida por los colonizadores, junto con otros ingredientes que enriquecieron la diversidad culinaria de México.
Esta comida es considerada un platillo esencialmente mexicano por su profunda conexión con la historia y la cultura del país. Su consumo se ha adaptado y regionalizado con el tiempo, lo que ha dado lugar a distintas variantes como el pozole verde, originario del estado de Guerrero, y el pozole rojo, popular en Jalisco. El maíz, como base del platillo, es un símbolo central de la dieta mesoamericana y sigue siendo un elemento clave en la identidad gastronómica de México.
Hoy en día, el pozole se consume en celebraciones importantes como el Día de la Independencia y otras fiestas patrias, lo que refuerza su importancia como símbolo de la cultura y el orgullo mexicano.
