¿Jóvenes y niños? Hace casi 60 años, un descubrimiento arqueológico en Chichén Itzá, una de las ciudades más poderosas de la civilización maya, reveló un alijo de huesos humanos en una cisterna subterránea conocida como chultún, misma que está conectada a una cueva cercana al Cenote Sagrado y contenía los restos de más de 100 individuos, principalmente jóvenes y niños, que se creía eran víctimas de sacrificios rituales.
Durante mucho tiempo, se asumió que la mayoría de estas víctimas eran mujeres jóvenes, basándose en la creencia de que los mayas preferían sacrificar a mujeres en sus ceremonias, sin embargo, un nuevo estudio de ADN ha desafiado dicha suposición.
El análisis encabezado por el arqueogenetista Rodrigo Barquera del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva reveló que los 64 conjuntos de restos humanos muestreados pertenecían exclusivamente a varones, muchos de ellos hermanos y primos de entre tres y seis años de edad.
Los hallazgos sugieren que el chultún fue utilizado para más de 100 enterramientos entre los años 500 d.C. y 1300 d.C., con la mayoría de los cuerpos depositados entre los siglos VIII y X.
Por lo anterior, el análisis genético no solo ha aclarado la identidad de las víctimas, sino que también indica que eran locales, con una continuidad genética que se extiende hasta las comunidades mayas actuales. Aunque no está claro ni preciso en que se basaba el sacrificio humano en la sociedad maya, se cree que estos rituales estaban relacionados con la búsqueda de favores divinos para la fertilidad o la lluvia.