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La importancia del maestro

Por Estefanía López

El día del maestro nos sirve para dos cosas. La primera, para homenajear a una de las figuras más relevantes en cualquier sociedad. El docente es el pilar en el que se asienta el progreso, la luz que alumbra la mente infantil y no solo para ofrecer conocimiento, sino para habilitar en nuestros niños la habilidad de pensar por sí mismos y el derecho a ser libres. 

Un segundo aspecto por el cual se inscribe en nuestro país esta celebración es para permitirnos también una reflexión sobre la figura de estos hombres y mujeres que han hecho de la enseñanza su forma de vida. 

Queda claro que todas las profesiones, sean cuales sean, son dignas, respetables y admirables. Sin embargo, es de obligación moral asumir que la labor de un maestro, de un profesor y de cualquier docente tiene otro tipo de cariz; en sus manos se asienta una responsabilidad trascendente. Quizá la más decisiva de todas. 

Como bien decía Paulo Freire, la educación es algo más que un acto de amor es también un acto de valor. Decir eso no es algo casual, porque en la actualidad seguimos teniendo una deuda con todos ellos. Si queremos dispensar a nuestros niños una educación de calidad debemos reconocer y valorar mucho más la figura del docente, algo que no siempre se hace hoy en día. 

En el día del maestro es casi inevitable que cada uno de nosotros recordemos a ese docente que marcó nuestra infancia o adolescencia. Todos guardamos el nombre de un maestro o maestra que, por su cercanía, su ingenio y buen hacer, determinó nuestra carrera profesional o simplemente, supo sacar todo nuestro potencial. 

Este tipo de profesionales abundan. Es cierto que los hay más o menos comprometidos, pero casi en su total mayoría, los maestros realizan su labor con entusiasmo, con ingenio y con esa responsabilidad de quien tiene clara la trascendencia de su labor. 

El día del maestro es una buena oportunidad para reflexionar sobre qué hace que un docente alcance la excelencia. En realidad, no hay una técnica concreta, hay toda una serie de dimensiones que confluyen en el éxito educativo.  

Dimensión académica y pedagógica.  Un maestro, debe ser competente en hábiles estrategias pedagógicas para saber cómo transmitir el conocimiento al alumnado. Un alumnado, además, cada vez más diverso y con múltiples particularidades que deben atenderse (necesidades educativas, sociales, etc). 

Dimensión de desarrollo. Un maestro no debe limitarse únicamente a «transmitir» información y conocimientos. Debe «encender» la mente del niño, despertar su curiosidad y su pasión por aprender. 

La dimensión de la calidad humana. La docencia debe impartirse desde la positividad, desde la Inteligencia Emocional y cuidando siempre, el entusiasmo natural de un niño. Hay que saber dar luz a su motivación, dar rienda suelta a su creatividad, respetando siempre sus tiempos, sus particularidades y atendiendo sus necesidades. 

Dimensión relacional y social. En el día del maestro debe recordar también un factor decisivo: la alianza entre los docentes y las familias, así como el contacto constante con el contexto social del niño, con las instituciones y administraciones. 

 

Estefanía López Paulín 
Contacto: psc.estefaniapaulin_uaslp@hotmail.com
Número: 4881154435 

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