En los últimos años, se han expresado una creciente curiosidad sobre las alergias, planteando preguntas que van más allá de sus casos individuales. Interrogantes como «¿Por qué hay tantas alergias ahora?», «¿Por qué me he vuelto alérgico si antes no lo era?», y «¿Mis hijos serán alérgicos?» se suman a las consultas habituales. Sin embargo, responder de manera clara y sencilla resulta un desafío incluso para los especialistas en la materia.
El sistema inmunológico, nuestro guardián contra amenazas externas, juega un papel crucial en las alergias. En este proceso, una «reacción equivocada» se desencadena frente a sustancias comunes (alérgenos), desencadenando respuestas inflamatorias que generan síntomas alérgicos específicos.
Esta «equivocación» puede atribuirse a una combinación de factores genéticos y ambientales, que interactúan en un momento particular de la vida de cada individuo. En cuanto a los factores genéticos, si bien no hay un gen único implicado, la tendencia hereditaria (conocida como atopia) aumenta la probabilidad de desarrollar alergias, aunque no todos los descendientes de padres alérgicos las padecerán.
Los factores ambientales también desempeñan un papel crucial. El estilo de vida moderno, con su énfasis en la higiene y el control de enfermedades infecciosas, puede llevar a una disminución en las infecciones durante la infancia. Este «aburrimiento» del sistema inmunológico puede desencadenar respuestas inapropiadas a elementos cotidianos, como alimentos, animales y plantas, desencadenando enfermedades alérgicas.
La «teoría de la higiene», una vez aceptada, ahora se cuestiona, ya que los avances modernos también pueden tener efectos negativos en la salud inmunológica.
La combinación única de lo que heredamos y el entorno en el que vivimos moldea nuestra existencia desde el nacimiento hasta la muerte. Aunque persisten incógnitas, entender estos complejos mecanismos es fundamental para abordar las alergias en la práctica clínica.
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