El próximo 10 de abril se conmemora el Día Mundial del Síndrome de West, un trastorno que sacude la infancia con convulsiones y retrasos en el desarrollo. Este síndrome, un tipo severo de epilepsia, surge como consecuencia de un daño cerebral y se manifiesta en bebés menores de un año.
El Síndrome de West se distingue por espasmos infantiles, retrasos en el desarrollo y patrones cerebrales irregulares conocidos como hipsarritmia. Sus causas pueden ser diversas, desde daños cerebrales hasta factores genéticos, y, en ocasiones, la raíz del problema permanece sin esclarecer.
Los síntomas se despliegan típicamente entre los cuatro y ocho meses de edad, con contracciones musculares repentinas, pérdida de conciencia y alteraciones cerebrales notorias. No obstante, las manifestaciones pueden variar según la causa subyacente.
Detectar el Síndrome de West requiere evaluaciones meticulosas, incluyendo electroencefalogramas y resonancias magnéticas para confirmar el trastorno y descartar otras condiciones. La atención médica especializada es esencial.
El tratamiento, enfocado en controlar las convulsiones y mitigar los efectos secundarios, implica medicamentos como la vigabatrina y corticoides, y, en ciertos casos, la dieta cetogénica. Sin embargo, la adherencia a un plan terapéutico es esencial para optimizar los resultados a largo plazo y mitigar los desafíos en el desarrollo infantil.
El Día Mundial del Síndrome de West busca no solo aumentar la conciencia sobre este trastorno, sino también fomentar una comprensión más profunda para garantizar una detección temprana y una intervención efectiva. De este modo, se brinda un apoyo crucial a los niños y sus familias, allanando el camino hacia una vida más plena y saludable.
Seguiremos informando.