El mazapán, ese delicioso manjar que se deshace en la boca con su sabor dulce y almendrado, tiene una historia tan rica y variada como su propio sabor. Sin embargo, su origen es un enigma que ha desafiado a los historiadores durante siglos.
Una de las teorías más populares sugiere que el mazapán llegó a México como parte de la herencia gastronómica española, aunque su creación se atribuye a varios lugares de Europa. Sin embargo, hay evidencias de preparaciones similares en la cultura egipcia y árabe, lo que complica aún más el intento de determinar su origen con certeza.
Otra fascinante versión de la historia del mazapán se remonta al año 1212, después de la Batalla de las Navas de Tolosa, cuando una escasez de alimentos llevó a las religiosas a elaborar una masa a base de almendras trituradas con azúcar, horneándola para obtener pequeños panecillos dulces. Se dice que el nombre «mazapán» proviene de la combinación de «maza», el instrumento utilizado para triturar las almendras, y «pan», el producto final.
Durante el Virreinato, el convento de Jesús María se destacó por crear figuras de pasta de almendra, similares al mazapán moderno. Sin embargo, no fue hasta 1950 que este dulce obtuvo impulso en México, gracias a la empresa De la Rosa, con sede en Jalisco.
Desde Toluca, donde se elabora con pepitas de calabaza y se moldea en figuras de animales, hasta Tlacotalpan, Veracruz, donde se prepara con pasta de mamey, azúcar, miel y agua de azahar, cortada en rombos.