Horacio Sánchez Unzueta fue un hombre inteligente y audaz. Decían sus cercanos que comía política, vivía política y dormía haciendo política y que, por eso, fue incomprendido cuando gobernó San Luis Potosí tras la crisis de los 90, en pleno Salinato y tras el derrocamiento de Fausto Zapata Loredo, quien sólo pudo sostenerse en el gobierno 14 días ante el reclamo de Salvador Nava, suegro de Horacio, que denunciaba fraude electoral.
Horacio apenas tenía 40 o 41 años y formaba parte del poderoso grupo de Manuel Camacho Solís.
Cuando llegó el momento de las elecciones extraordinarias, Horacio fue impuesto como candidato del PRI, pese a que no reunía los requisitos de ser potosino por nacimiento. Igual que Porfirio Muñoz Ledo, en Guanajuato, alegó derechos de sangre por su padre, el general revolucionario Leandro Sánchez, cuyos restos descansan en el Panteón Hidalgo de Matehuala.
No fue sencillo para él porque, como suele suceder, la liebre le saltó en casa y fue su suegra, doña
Conchita Calvillo (QEPD) la que le hizo la reta electoral, sin embargo, no tuvo problemas para ganar. En el poder implantó un estilo rudo y logró poner orden político en un clima enrarecido por el paso de siete gobernadores en seis años.
Horacio pensó en grande, en un proyecto transexenal que le permitiera a su grupo, gobernar durante 30 años. Cuando llegó el tiempo de sucesión, aprovecho una pequeña coyuntura y bajó de la candidatura a Juan Ramiro Robledo, entonces subsecretario de Gobernación, hoy diputado federal de Morena. Con suma destreza y habilidad, hizo lo necesario para que lo sucediera en el
cargo Fernando Silva Nieto.
Horacio permitió el resurgimiento del navismo, pero curiosamente su esposa Conchalupe nunca quiso ser protagonista, ella desde el DIF hizo un gran trabajo que acreditó, al final del día, el desempeño de su marido. Tenían hijos pequeños y no quería distraerse de la crianza. Su hijo Esteban se las ingeniaba para burlar la seguridad y se iba en bicicleta al colegio. El que las sufría era el jefe de seguridad, Ángel Niño.
Horacio, sin embargo, no pudo lograr su sueño, Silva Nieto no siguió las reglas y eso permitió que llegara al poder, por primera vez, un panista; Marcelo de los Santos. Él fue invitado por Horacio a la política, pero no se dieron las cosas, incluso, durante el Marcelato, Horacio encabezó una serie de artificios intentando derrocar al panista, no se pudo, pero no desistió.
Su esfuerzo, lo llevó entonces a perfilar a Fernando Toranzo quien resultó, a la postre, ser el
Gobernador más corrupto de la historia, puesto que le pelea Juan Manuel Carreras.
Con Horacio se podía hablar, pero, ciertamente, su estilo tenía un nivel que pocos entendían en aquellos años.
Desde hace algunas semanas, se dijo que estaba muy enfermo, que le había regresado el cáncer. Ayer, por la tarde, finalmente falleció.
Su etapa más bonita de la política fue sin duda el tiempo que fue embajador de México en el Vaticano donde seguro pudo comprobar que la política en Roma es de una profundidad inexplicable.
Descanse en paz.
Cavilaciones:
Primera: Por si las moscas, una de las candidatas al Senado anda blindada. Adivinen de quién se trata.
Segunda: Este martes, en la sede estatal del PRI se estarán llevando a cabo los registros de los perfiles que buscarán ser alcaldes o diputados locales. Dicen que muchos ya vienen muy seguros porque le pagaron grandes cantidades a cierta lideresa tricolor. Lo malo es que tener la candidatura no es garantiza el triunfo.
Tercera: Las reformas que presentó este lunes el presidente Andrés Manuel López Obrador están causando mucho revuelo en las tierras del Potosí. Aunque todavía se desconocen muchos rubros, la mayoría coincide en que es un tema meramente electoral y que no hay nada de fondo en estos proyectos, otros, por el contrario, advierten que pueden venir golpes fuertes. Que El Peje nos agarre confesados.