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La sencillez de Françoise Bettencourt Meyers: la mujer más rica del mundo

Nacida en 1953 como hija única de Liliane Bettencourt, la dueña de L'Oréal, Françoise ha llevado una vida lejos de los estereotipos de la millonaria heredera

En un mundo donde el dinero a menudo se asocia con el lujo y la ostentación, Françoise Bettencourt Meyers, la heredera de la fortuna de L’Oréal, ha desafiado la norma al optar por una vida discreta a pesar de ser la mujer más rica del mundo, con una fortuna que ha superado los 100.000 millones de dólares.

Nacida en 1953 como hija única de Liliane Bettencourt, la dueña de L’Oréal, Françoise ha llevado una vida lejos de los estereotipos de la millonaria heredera. A pesar de la riqueza que heredó y de ser la undécima persona más rica del planeta, Bettencourt Meyers vive en un moderno edificio de dos plantas en el exclusivo barrio de Neuilly-sur-Seine en París, manteniendo un perfil bajo en comparación con la opulencia de sus padres.

La relación con su madre, Liliane, no fue exenta de tensiones, pero Françoise ha sabido forjar su propio camino. Su infancia estuvo marcada por la educación en colegios religiosos y la posterior educación en casa debido a preocupaciones de seguridad. A pesar de la riqueza de su familia, la joven Françoise aprendió a no dejarse impresionar y a mantenerse imperturbable.

A lo largo de su vida, ha demostrado ser más introspectiva y tímida en comparación con su madre, quien era una figura social activa y amante del lujo. Su matrimonio con Jean Pierre-Meyers, hijo de un gerente de L’Oréal, también marcó un cambio significativo en su perspectiva. A pesar de las diferencias familiares, la pareja ha consolidado su posición en la empresa y criado a dos hijos, Jean-Victor y Nicolas, quienes forman parte del negocio familiar.

Françoise ha encontrado en la música clásica su refugio personal, dedicando tres horas diarias a tocar el piano. También es una ávida lectora y apoya causas benéficas, como el Instituto de Implantación Coclear de Isla de Francia, inspirada por los problemas de audición de su madre.

Su riqueza no ha distorsionado sus relaciones personales, y conserva amistades de toda la vida, manteniéndose alejada de la pompa y la ostentación. A pesar de su posición como la mujer más rica del mundo, Françoise Bettencourt Meyers ha elegido vivir discretamente, demostrando que el verdadero lujo puede encontrarse en el anonimato y la sencillez.

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