Anneliese Michel, una joven alemana de Leiblfing, pasó de ser una adolescente común y devota a protagonizar una trágica historia que desencadenó un feroz debate sobre la libertad religiosa y los límites de la intervención estatal en casos extremos.
A los 16 años, Anneliese empezó a experimentar convulsiones inexplicables, siendo diagnosticada con epilepsia y depresión profunda. Su familia, arraigada en la fe católica, buscó inicialmente ayuda médica, pero pronto se convencieron de que Anneliese estaba poseída por un demonio. Rechazaron los tratamientos médicos, optando por la intervención de la iglesia.
Los sacerdotes Ernst Alt y Arnold Renz llevaron a cabo 67 sesiones de exorcismo, durante las cuales Anneliese fue encadenada a una silla, privada de comer, beber y dormir. Los «demonios» identificados incluían nombres como Lucifer, Caín, Judas, Iscariot, Hitler y Nero.
La tragedia alcanzó su punto máximo después de 11 meses de tortuosos exorcismos. Anneliese falleció a los 23 años, pesando apenas 30 kilos y con signos de malnutrición y deshidratación en su autopsia.
El caso generó preguntas cruciales sobre la libertad religiosa y los derechos parentales. ¿Cuándo es necesario que el estado intervenga en decisiones basadas en creencias religiosas extremas? Los padres y los sacerdotes fueron declarados culpables de homicidio por negligencia, pero solo los segundos recibieron una sentencia de tres años en libertad condicional, mientras que los padres fueron eximidos de castigo «porque ya habían sufrido lo suficiente».
En una entrevista en 2005, los padres de Anneliese reafirmaron su creencia de que su hija estaba poseída y que al morir, finalmente, se liberó del mal.