La «nigromancia digital», impulsada por la inteligencia artificial, abre una nueva forma de interactuar con los difuntos, basándose en las huellas digitales dejadas en vida. Este fenómeno, concebido a través de la IA generativa, como el ChaGPT y DALL·E 2, ha suscitado debates desde 2010 por sus implicaciones éticas y culturales.
Estos avances inicialmente eran exclusivos de la industria del entretenimiento, reviviendo digitalmente a figuras icónicas como Bruce Lee, Michael Jackson y Carrie Fisher. Sin embargo, la accesibilidad a estas tecnologías ha aumentado gracias a la inteligencia artificial generativa.
Empresas emergentes, como Here After y Replika, han explorado esta tecnología para brindar servicios de resurrección digital de seres queridos, provocando cierta inquietud ética y cultural al interactuar con simulaciones digitales de los fallecidos.
Expertos en prácticas culturales de recuerdo y conmemoración sostienen que conservar conexiones con los muertos mediante textos, imágenes y objetos es una práctica común y parte intrínseca de la vida humana. La historia muestra cómo las personas han valorado las reliquias de sus seres queridos para mantener vínculos emocionales.
A pesar de las preocupaciones éticas, algunas empresas emplean textos, grabaciones y fotografías para entrenar modelos de IA que permiten interactuar digitalmente con los difuntos. Debra Bassett, experta en vidas digitales post-mortem, plantea preocupaciones sobre la integridad de los fallecidos, temiendo que sean «zombificados», pero también señala que solemos recordar y dialogar con los muertos constantemente.
Estas tecnologías evocan reflexiones sobre la ética y los límites de la interacción con los difuntos, mientras que otros plantean cuestionamientos sobre la autenticidad de estas interacciones digitales. Sin embargo, los estudiosos sugieren que el uso de estos registros no implica una confusión entre la representación digital y el ser fallecido, sino que sirven como medios para mantener vínculos emocionales y recuerdos.
En última instancia, estos avances tecnológicos despiertan interrogantes sobre la evolución de nuestras prácticas culturales de recuerdo y cómo la tecnología resuena con nuestras necesidades emocionales humanas.
Esta «nigromancia digital» nos lleva a cuestionar cómo utilizamos la tecnología para preservar nuestros vínculos emocionales, resaltar nuestros recuerdos y honrar a nuestros seres queridos difuntos, manteniendo una línea delicada entre la innovación tecnológica y el respeto por los valores culturales arraigados en el recuerdo.
Seguiremos informando.
