La cachaza, destilado emblemático de Brasil, tiene sus raíces en los albores de la colonización del país, según indica el historiador Luís da Câmara Cascudo. Su origen se remonta al siglo XVI, siendo considerado el primer destilado de América. Su distinción y trascendencia histórica se entrelazan con la caña de azúcar y su proceso de destilación, marcando su relevancia en la cultura y patrimonio brasileños.
El reconocimiento de la cachaza como producto con indicación geográfica controlada en 2001 reafirmó su identidad única y específica. Esta bebida espirituosa, con un contenido alcohólico que oscila entre el 38% y el 48%, es exclusiva de Brasil y está protegida por ley, gozando de reconocimiento en países como Chile, México, Estados Unidos y Colombia.
La cachaza, definida por su sabor singular y características sensoriales distintivas, se prepara a partir del jugo de caña de azúcar fermentado y destilado. Su versatilidad para envejecer en más de 30 tipos de madera da lugar a variaciones de color y sabor, adaptándose a diversos gustos.
La famosa caipiriña, elaborada con cachaza, se ha convertido en el cóctel insignia de Brasil. Aunque sus orígenes exactos son debatidos, se cree que surgió a mediados del siglo XIX en la región de Piracicaba, São Paulo. Esta mezcla refrescante de cachaza, lima Tahití, azúcar y hielo es un ícono nacional y ha alcanzado reconocimiento internacional, siendo parte de la lista de cócteles internacionales de la Asociación Internacional de Bartenders desde 1995.
La cachaza, con su rica historia y su papel destacado en la mixología brasileña, sigue siendo un símbolo arraigado en la cultura, presente en bares y hogares tanto dentro como fuera de Brasil. Su evolución a lo largo de los siglos demuestra su perdurable legado en el patrimonio y la identidad de la nación.
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