Estreñimiento, acidez, flatulencias, ventosidades, etc. con frecuencia son el primer síntoma de que algo no funciona bien en nuestro sistema digestivo. Estas alteraciones afectan a nuestro estado emocional, a nuestra salud y pueden aumentar la incidencia de enfermedades como colesterol, hipertensión, depresión, diabetes, cáncer o migrañas.
El equilibrio del conjunto de nuestro organismo depende de una multiplicidad de factores, tanto físicos como emocionales, que a su vez están íntimamente relacionados.
En los últimos años una cantidad de estudios han demostrado como la función de nuestro sistema digestivo va mucho más allá de la simplemente procesar la comida que ingerimos, hasta el punto de que se ha extendido el término segundo cerebro.
Tenemos un cerebro central y un cerebro entérico. Cuando hablamos del intestino podemos referirnos a él cómo cerebro entérico o segundo cerebro, ya que se ha demostrado que contiene millones de neuronas y que tiene mucho que ver en los procesos emocionales no racionales.
En la mucosa del intestino se sintetiza el 90% de la serotonina y el 50 % de la dopamina, dos moléculas que actúan como neurotransmisores, es decir, vehiculan información en el sistema nervioso. La serotonina se encarga de regular varias funciones como el sueño o el apetito. Juega un papel clave en el mantenimiento del estado de ánimo y valores bajos se relacionan con la depresión.
Por otro lado, la dopamina es la encargada de regular la motivación y el deseo y hace que repitamos conductas que nos proporcionan beneficios o placer.
En el intestino también encontramos varios neurotransmisores, entre ellos el ácido gamma-aminobutírico (GABA), un potente ansiolítico. Es por todo ello que resulta tan importante cuidar el sistema digestivo en los trastornos de ansiedad y depresión.
Somos conscientes de cómo las emociones perturban el estado de la mente. El cerebro se encarga de enviar distintas señales que desencadenan una respuesta en el intestino. Todos sabemos que a unas personas con estados de ansiedad les dar por comer compulsivamente, o a otras la tristeza les genera esa sensación de nudo en el estómago que les impide comer.
Pero la realidad es que la relación entre el cerebro y el intestino es una calle de dos vías. Estudios recientes han demostrado que las señales también viajan en sentido contrario y la realidad es que muchos pacientes nunca habían experimentado procesos de depresión, angustia o decaimiento hasta que comenzaron a sufrir problemas digestivos.
No ir bien al baño afecta directamente a los sistemas nervioso, inmunitario, hormonal y emocional.
El estreñimiento puede ser consecuencia de un sinfín de alteraciones del organismo originadas por un ensuciamiento y una reabsorción de tóxicos que deberían ser eliminados adecuadamente.
Además de alterar la salud del individuo, afectará inevitablemente a su estado emocional, ya que sin un tránsito correcto la serotonina no puede sintetizarse de manera eficaz. Lo mismo ocurrirá con el fenómeno llamado colon irritable, que implica un fallo en la comunicación bidireccional de cerebro e intestino.
Estefanía López Paulín
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