Probablemente ya sabes algo sobre la buena comunicación: no interrumpir o mirar tu teléfono, cerrarte, enojarte o ponerte a la defensiva. Se trata de habilidades, no de personalidad, que te entrenan para reaccionar de manera diferente a donde estás naturalmente programado para ir. Y, como la mayoría de las habilidades, requieren práctica.
Pero otra habilidad a menudo se pasa por alto y, en mi opinión, es probablemente la más importante y desafiante de dominar: rastrear las cambiantes corrientes emocionales de una conversación.
La analogía aquí es que tener una conversación es como conducir un automóvil. Básicamente, conducir un automóvil tiene dos partes: saber a dónde quieres ir, el equivalente a conocer el punto de la conversación antes de comenzar a hablar, y mantener el automóvil conversacional en la carretera, avanzando constantemente.
En la mayoría de las parejas el automóvil conversacional sale de la carretera en dos minutos; se quedan atrapados en el lodo de discutir sobre quién dijo qué y se aceleran emocionalmente. No se dan cuenta de que se están metiendo en una zanja, ni saben cómo conducir el automóvil para mantenerse fuera de ella.
Veamos que tenemos que tomar en cuenta para hacerlo.
Date cuenta de cuándo tú o la otra persona se están molestando.
Es importante aprender a ser observadores cuando hablamos con las personas, prestarle atención a una mueca o un gesto podría ser de ayuda para encarrilar nuevamente la conversación sin herir o molestar a las otras personas.
Concéntrate en el problema emocional.
Si bien instintivamente pisarías los frenos si tu automóvil comenzara a desviarse, lo contrario es lo que suele suceder en las conversaciones. Una vez que una conversación se vuelve emocional, es probable que tu tendencia natural sea esforzarte más para enfatizar tu punto.
El cerebro emocional te dice que si puedes lograr que la otra persona comprenda los hechos de lo que estás diciendo y aclare la historia, verá la luz y se calmará. Pero todo esto es como pisar el acelerador, aumentando la temperatura emocional en lugar de reducirla. En cambio, debes cambiar el enfoque del tema original al problema real, las emociones crecientes.
Date tiempo para escuchar y enfriarte.
Aquí es donde entran en juego tus buenas habilidades para escuchar. Es hora de mantenerte firme; deja que la otra persona se desahogue. Asiente con la cabeza, haz una declaración empática como: “puedo ver por qué eso te molesta.” Si no alimentas su fuego emocional acumulando evidencia o enojándote tú mismo, la otra persona aumentará inicialmente, pero luego comenzará a calmarse a medida que se quede sin combustible.
Si te estás frustrando o enojando, dilo y luego tómate un descanso: me voy a enfriar, pero volveré. Nuevamente, tu objetivo es mantenerte alejado de la maleza del bien y del mal, pero bajando la temperatura emocional.
Poniendo en práctica estas herramientas cada viaje de comunicación que realices será realmente valioso y enriquecedor, pues llegaras a tu destino (El motivo y la emoción) y no te saldrás del camino.
Estefanía López Paulín
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