La presión arterial alta, conocida como hipertensión, es una enfermedad silenciosa que puede dañar lentamente el organismo sin producir muchos síntomas de alerta. Esta condición afecta los vasos sanguíneos debido a la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias cuando es bombeada por el corazón. Cuanto más alta sea la presión arterial, mayor será el esfuerzo que debe hacer el corazón para favorecer la circulación sanguínea.
La presión arterial se mide a través de dos valores: la tensión sistólica, que corresponde al momento en que el corazón se contrae o late, y la tensión diastólica, que es la presión que se ejerce sobre los vasos sanguíneos cuando el corazón se relaja entre latidos. La presión arterial normal se considera como una lectura de 120/80 mmHg. Sin embargo, se considera que una persona padece hipertensión cuando su presión arterial es igual o superior a 140/90 mmHg.
La hipertensión a menudo no presenta muchos síntomas de alerta, por lo que puede pasar desapercibida durante mucho tiempo. Algunas personas con hipertensión pueden experimentar dolores de cabeza, dificultad para respirar, mareos o sangrado nasal cuando su presión arterial se eleva, pero estos síntomas son inespecíficos y no son exclusivos de la hipertensión.
La hipertensión puede dañar el corazón de varias maneras. Primero, el exceso de presión hace que las arterias coronarias se estrechan, favoreciendo la acumulación de placa, grasas, colesterol y otras sustancias en las paredes arteriales. Con el tiempo, esto puede llevar a la obstrucción de las arterias y al desarrollo de coágulos de sangre. Si una arteria se obstruye debido a la acumulación de placa o un coágulo, el flujo de sangre al músculo cardíaco se interrumpe, privando al corazón de oxígeno y nutrientes, lo que puede llevar a un ataque al corazón.
Además del corazón, la hipertensión también puede afectar otros órganos importantes como el cerebro, los riñones y los ojos. En el cerebro, la hipertensión puede aumentar el riesgo de accidentes cerebrovasculares al dañar las arterias que suministran sangre al cerebro. En los riñones, la hipertensión crónica puede dañar los pequeños vasos sanguíneos y reducir su capacidad para filtrar la sangre y eliminar los desechos del cuerpo, lo que puede llevar a enfermedades renales crónicas. En los ojos, la hipertensión puede afectar los vasos sanguíneos en la retina, causando retinopatía hipertensiva, que puede provocar visión borrosa, hemorragias o pérdida de la visión si no se controla adecuadamente.
Es importante controlar la presión arterial regularmente y seguir las recomendaciones médicas para mantenerla en niveles saludables. El tratamiento puede incluir cambios en el estilo de vida, como una dieta saludable, ejercicio regular y reducción del estrés, así como medicamentos recetados por un médico. Controlar la presión arterial puede ayudar a prevenir complicaciones graves y mejorar la calidad de vida.
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