Hace poco sentía yo que cada semana era más difícil inventar nuevas broncas que dividen, sobre todo después de que Xóchitl Gálvez se defendió bastante bien de tantos embates de violencia política y de género. Pero, bueno, quedarían aún posibilidades de conflicto si el presidente trata de apropiarse de recursos de las afores, o enfrentarse al Banco de México y a organismos internacionales en una crisis económica, o repudiar la elección del 2024 (si no la suspendió antes con artimañas).
En fin, lo de los libros de texto gratuitos resulta fundamental hacia el futuro de nuestro país. Las defensas de estos engendros suelen ser contraataques a los críticos o negaciones simplonas de diversas críticas. Y, como siempre, en sus reacciones ven “campañas” orquestadas por motivos ideológicos o de intereses oscuros, que recuerdan alegatos de “golpismo”.
Por su parte, las críticas tienden a lo más especializado, aunque al radicalizarse se pueden volver ataques a individuos y a ciertas ideologías. Algunos perciben modificaciones “comunistas”: claro, si bien existieron países (quedan acaso Norcorea o China en lo político, pues en lo económico ésta sería neoliberal), lo realmente negativo es enaltecer la pobreza y no proponer nada nuevo. El enfoque anticomunista resulta torpe, limitado y nunca ubica el problema principal, aparte de que da armas a la 4T para defenderse de ultraderechistas que “quieren quemar libros” (otra tontería, asociada al nazismo).
Preocupan más los contenidos que los errores, así como la ausencia de un plan de estudios… Ante todo, oigan, México necesita Educación con libros que ayuden a reducir la pobreza, no a manipularla.
Nos centraremos en los análisis de quien tal vez sea el especialista más calificado y experimentado en México, Gilberto Guevara Niebla, que incluso supervisó esta área a principios del actual gobierno. Ha precisado que el presidente y el responsable directo ofrecen una versión populista de la educación, que no se orienta al progreso o la modernidad (sería neoliberalismo) y, de hecho, da la espalda a la ciencia y la tecnología.
En síntesis, derivo lo siguiente: El populismo trata de imponer aquí una educación popular y nacionalista que i) no parta del individuo para impulsar, mejorar y desarrollar la sociedad; ii) se ajuste al discurso del mandatario; iii) no busque unidad, cohesión o solidaridad ante la desigualdad; iv) sobrelleve aumentos en la brecha de calidad con la educación particular; v) niegue que la justicia social se pueda alcanzar potenciando el talento y las capacidades de cada uno; vi) tenga un carácter instructivo-doctrinario que se imprima en la mente del alumno, en lugar de que piense por sí mismo; vii) rechace la cultura universal o global, para recuperar la cultura popular o comunitaria; viii) no comparta la idea de padres de familia en cuanto a que se prepare a sus hijos en saberes y habilidades para incorporarse más adelante al trabajo productivo.
Es inaudito, añado, que estos textos no sólo desdeñan materias ineludibles como matemáticas, computación e idiomas, sino incorporan ciertas ocurrencias o anécdotas personales del presidente en sus conferencias mañaneras. Para cualquier país resulta inaceptable que la formación de generaciones se nutra básicamente de los gustos de un individuo, y aún más si la educación escolarizada de esa persona ha sido tan deficiente como en el conocido caso de Amlo, que siempre ha estado en contra de la calidad y la evaluación de la educación. En ello, lo apoya un amigo de su esposa.
De entrada, ojo, la ciencia o la técnica no tienen por qué ser ideológicas. Miren, para evitar sesgos e incluso catástrofes (como con Stalin en la Unión Soviética), lo científico se debe mantener muy alejado de lo doctrinario: dogmas, partidos, sectarismos, fanatismos. Ya no deberán predominar los no aptos (los menos competentes o calificados, y más insolentes o resentidos), aunque sus feligreses los apoyen.
Estas malhechuras político-ideológicas carecen de bases pedagógicas sólidas y, al ser rechazadas, se complica todo el proceso educativo que ya se encontraba en graves dificultades… ¡Nada más y nada menos!