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El poder de la mirada

Si los ojos fueran un par de canicas sobre una mesa, probablemente no tendrías problemas para mirarlos inconscientemente, pero saber que están conectados a un cerebro que juzga, una mente que no puedes leer, lo hace intimidante para la mayoría de las personas, como si alguien estuviera mirando por las ventanas de tu casa, hacia tu intimidad. 

En el reino animal el contacto visual sostenido es a menudo una forma de agresión, dominio o incluso amenaza, y aunque el humano en nosotros puede no registrar esto, el animal en nosotros ciertamente lo hace, no es coincidencia que la capacidad de enfocarse en un objetivo y enfocar su mirada sea una táctica de caza. 

También hay diferencias neurológicas, con el contacto visual que tiende a aumentar el estrés en personas con autismo, ansiedad social y trastorno de estrés postraumático infantil (para quienes el contacto visual está asociado con una amenaza), en contraste con las personas que son «neurotípicas». 

Pero forzar las palabras en silencios conversacionales me parece una falla de inteligencia emocional, no confiamos en que hablaremos cuando realmente queramos hablar, creemos que el silencio significa que no está sucediendo nada, cuando lo que nos asusta es que en realidad está sucediendo algo muy profundo: la presencia, solo nuestra presencia entre nosotros. 

Los estudios demuestran que tanto los extraños como las parejas románticas se sentirán más cercanos, más confiados y más empáticos el uno con el otro después de una mirada profunda. Y alguna evidencia sugiere que el contacto visual prolongado ayuda a que dos sistemas nerviosos se unan, estimulándolos a liberar oxitocina y feniletilamina, que se consideran «químicos del amor». 

El contacto visual prepara al cerebro para compartir estados mentales con otra persona, creando una forma de lo que se llama arrastre, el proceso por el cual los individuos sincronizan sus movimientos con los demás, provocando una experiencia profundamente satisfactoria de perder límites que, en sus alcances más lejanos, se vuelve extático, un estado alterado, si no exaltado. 

Los músicos lo llaman groove, los soldados lo llaman paso cerrado, y los amigos y amantes lo llaman estar en la misma onda. El arrastre habla de una especie de campo de fuerza, una correspuesta que se puede generar entre las personas sin que se diga una palabra. 

El objetivo de la comunicación es la comunión, compartir algo en común y el objetivo de una charla es abrir el camino al silencio. No el silencio que nos acusa de no tener nada que decirnos, sino el silencio en el que nada más necesita ser dicho. 

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefaniapaulin_uaslp@hotmail.com
Número: 4881154435 

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