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De fondo

* Por Carlos Pérez García

Cuando viajaba mucho trataba de pensar más en lo que me interesaba, y ahora que casi no viajo trato de pensar y entender qué pasa, qué puede suceder y cómo podría —o podríamos— influir en ello. He estado leyendo de temas como la narrativa de los gobernantes autocráticos, que es muy diferente de la realidad, al igual que sobre la muerte de las democracias en distintos entornos y escenarios.

Como una realidad alterna que es creada a la conveniencia del poder, esta narrativa nos trae los casos populistas de Donald Trump y López Obrador, quienes arman su propio cuento con sus otros datos y logran cierta credibilidad entre sus partidarios más entusiastas y de menor nivel educativo. Los expertos dicen: quien eres, es la historia que cuentas sobre ti mismo; los hechos siempre llegan adheridos a un relato, con diferencias entre lo que es y la forma en que se representa.

Los mitos, fíjense, son ficciones que han olvidado lo que son y se han considerado reales en diversos temas; se abusa de la mentira para tratar de mantener la gobernabilidad y la aparente democracia.

Sobre la muerte de las democracias se ha adelantado mucho y lo revisaremos en otra ocasión. Pero igual me sorprende que existan varias argumentaciones en cuanto a la anti-política a partir de enfoques e intereses de tecnócratas, de fundamentalistas del mercado, de populistas y de la atención de grupos vulnerables. Algunos de ellos presentes en México

Se pregunta el especialista David Bell: ¿Podemos salvar ya la verdadera política, a la deliberación común, de un destino dictatorial? ¿Se podrá restaurar la fe en la vida política? No será fácil a menos de que nos alejemos del absolutismo de liderazgos caudillistas con sus mayorías. De lo contrario, cualquier sociedad sin fe en la política, será una especie de infierno.

Acá, para que se vuelva a confiar en la política, se requieren mejores políticos y partidos de otro nivel, igual que una renovada cultura nacional y una conciencia compartida sobre nuestros principales problemas.  Nada sencillo, claro, pero con el cambio en 2024 y, al surgir de un Estado fallido, se hace imprescindible buscar vías distintas y simplificadas (no demasiadas, ni más complejas) como centrarse en un solo objetivo esencial: el crecimiento de la economía.

Esto, de acuerdo al nuevo libro de Luis Rubio ¡En sus marcas! México hacia el 2024, de donde podremos derivar la creación de empleos productivos, los requerimientos de educación y capacitación, el combate eficaz a la pobreza, las necesidades de infraestructura y así.

A su vez, esas afirmaciones de que yo no soy político; la política sólo es corrupción; no me hablen de política; hay que buscar otras vías…deben ir quedando a un lado. Ojo, se tiene que remontar cierta incultura política en paralelo a que se vaya mejorando la política misma.

Coincido en que, detrás de lo anecdótico (distractores del gobierno como comprar un gran banco), podemos confirmar que el ánimo pendenciero, furibundo y arrebatado del presidente se asocia a su desesperación creciente al darse cuenta de que ni su gestión fallida ni sus “corcholatas” protegidas le garantizan el triunfo en el 2024.

Se vuelve así previsible que deba entregar el cargo a alguien de la oposición que lo podrá exhibir y perseguir. Pero esto deja de ser probable aun si Morena pierde la elección presidencial y las mayorías legislativas, con base en su ya conocido menosprecio por la Ley y las instituciones democráticas. Tan sencillo y tan brutal… quisiera equivocarme.

Miren, desde la elección del Estado de México se deberá respetar la institucionalidad democrática con el INE, la SCJN, el TEPJF, el INAI… sin divagaciones ideológicas de un signo o de otro y, probablemente, con supervisión internacional. Se ansía la democracia para equivocarnos menos.

Ante el mencionado objetivo esencial, ya tenemos el crudo diagnóstico del grupo Punto de Partida (enero 2023) para un mínimo de políticas específicas. Todo ello en una transición muy cuidada, como única posibilidad de sacar adelante el país y revertir o reconstruir lo que sea necesario,

Cuando viajaba mucho trataba de pensar más en lo que me interesaba, y ahora que casi no viajo trato de pensar y entender qué pasa, qué puede suceder y cómo podría —o podríamos— influir en ello. He estado leyendo de temas como la narrativa de los gobernantes autocráticos, que es muy diferente de la realidad, al igual que sobre la muerte de las democracias en distintos entornos y escenarios.

Como una realidad alterna que es creada a la conveniencia del poder, esta narrativa nos trae los casos populistas de Donald Trump y López Obrador, quienes arman su propio cuento con sus otros datos y logran cierta credibilidad entre sus partidarios más entusiastas y de menor nivel educativo. Los expertos dicen: quien eres, es la historia que cuentas sobre ti mismo; los hechos siempre llegan adheridos a un relato, con diferencias entre lo que es y la forma en que se representa.

Los mitos, fíjense, son ficciones que han olvidado lo que son y se han considerado reales en diversos temas; se abusa de la mentira para tratar de mantener la gobernabilidad y la aparente democracia.

Sobre la muerte de las democracias se ha adelantado mucho y lo revisaremos en otra ocasión. Pero igual me sorprende que existan varias argumentaciones en cuanto a la anti-política a partir de enfoques e intereses de tecnócratas, de fundamentalistas del mercado, de populistas y de la atención de grupos vulnerables. Algunos de ellos presentes en México

Se pregunta el especialista David Bell: ¿Podemos salvar ya la verdadera política, a la deliberación común, de un destino dictatorial? ¿Se podrá restaurar la fe en la vida política? No será fácil a menos de que nos alejemos del absolutismo de liderazgos caudillistas con sus mayorías. De lo contrario, cualquier sociedad sin fe en la política, será una especie de infierno.

Acá, para que se vuelva a confiar en la política, se requieren mejores políticos y partidos de otro nivel, igual que una renovada cultura nacional y una conciencia compartida sobre nuestros principales problemas.  Nada sencillo, claro, pero con el cambio en 2024 y, al surgir de un Estado fallido, se hace imprescindible buscar vías distintas y simplificadas (no demasiadas, ni más complejas) como centrarse en un solo objetivo esencial: el crecimiento de la economía.

Esto, de acuerdo al nuevo libro de Luis Rubio ¡En sus marcas! México hacia el 2024, de donde podremos derivar la creación de empleos productivos, los requerimientos de educación y capacitación, el combate eficaz a la pobreza, las necesidades de infraestructura y así.

A su vez, esas afirmaciones de que yo no soy político; la política sólo es corrupción; no me hablen de política; hay que buscar otras vías…deben ir quedando a un lado. Ojo, se tiene que remontar cierta incultura política en paralelo a que se vaya mejorando la política misma.

Coincido en que, detrás de lo anecdótico (distractores del gobierno como comprar un gran banco), podemos confirmar que el ánimo pendenciero, furibundo y arrebatado del presidente se asocia a su desesperación creciente al darse cuenta de que ni su gestión fallida ni sus “corcholatas” protegidas le garantizan el triunfo en el 2024.

Se vuelve así previsible que deba entregar el cargo a alguien de la oposición que lo podrá exhibir y perseguir. Pero esto deja de ser probable aun si Morena pierde la elección presidencial y las mayorías legislativas, con base en su ya conocido menosprecio por la Ley y las instituciones democráticas. Tan sencillo y tan brutal… quisiera equivocarme.

Miren, desde la elección del Estado de México se deberá respetar la institucionalidad democrática con el INE, la SCJN, el TEPJF, el INAI… sin divagaciones ideológicas de un signo o de otro y, probablemente, con supervisión internacional. Se ansía la democracia para equivocarnos menos.

Ante el mencionado objetivo esencial, ya tenemos el crudo diagnóstico del grupo Punto de Partida (enero 2023) para un mínimo de políticas específicas. Todo ello en una transición muy cuidada, como única posibilidad de sacar adelante el país y revertir o reconstruir lo que sea necesario,

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