En 2006 sí espantó e influyó aquel eslogan de que “es un peligro para México”, aunque no haya habido un fraude que se compruebe (es esta una mentira repetida mil veces, pero la advertencia sin duda generó temores, por lo que puede haber influido en sus derrotas electorales ese año y en 2012). Al término de su mandato, podremos concluir un listado imponente y muy preciso de los innumerables riesgos convertidos en serios daños a la nación: en seguridad; economía; salud, incluido el manejo de la pandemia; educación; política; unidad nacional; diseño democrático; contrapesos institucionales; producción alimentaria; migración, y un largo etcétera.
Hay algo quizá peor, sin embargo, y lo tendremos que enfrentar: un deterioro sicológico en muchos mexicanos, que afecta profundamente el ánimo o la posibilidad de progresar como nación. Es cierto que siempre habrá casos de apoyos sociales en dinero, más de carácter temporal y con referentes en salud, capacitación o empleo, pero en general afectan la cultura del esfuerzo y los méritos propios. No se debe caer en dádivas de clientelismo, dependencia o conformismo, ni desalentar la aspiración de mejoras en las condiciones de vida.
No habría, de tal modo, ninguna dificultad para confirmar que el eterno candidato siempre representó un peligro. La pregunta hoy es ¿qué vamos a hacer los ciudadanos? Porque —se nos dice— sigue teniendo muchos adeptos y, entre su conocida mitomanía, ha exhibido una grave falta de ética con todo el poder del Estado para robarse la elección que viene. Ya está desesperado.
Aparte de que el país no resistiría otro sexenio de retrocesos, tendríamos daños muy difíciles de revertir en el ánimo nacional, en educación. Bueno ¿y cuál es la situación?
La importante encuesta de ‘México elige’ (mayo de 2023) destaca los cinco principales problemas que percibimos: la Corrupción, la Inseguridad, la Violencia, el Narcotráfico y la Pobreza (en ese orden y por encima de muchos otros asuntos críticos de economía, agua, migración…). Se corroboran los fracasos evidentes de un lopezobradorismo que quiere reelegirse a través de algún protegido. Aun así, ¡la “aceptación” de López Obrador se ubica todavía por encima de la mitad de la población, 57.0%, aunque haya caído!
Miren, se descalifica a estos encuestados por “pendejos” o desinformados, pero igual hay aquí otros factores que influyen: 1. Los repartos de dinero son apreciados como apoyo de un político que se acuerda de quienes los reciben. 2. La gente humilde se identifica con el presidente a partir de las poses populacheras de alguien que, como ellos, se equivoca. 3. La demagogia continuada sigue reforzando sus efectos engañosos y renueva las esperanzas de viejas promesas. 4. En general, incluso más que antes, se abusa hoy de que todo se facilita cuando se tiene la sartén por el mango. 5. Algunos razonan: lo negativo que se dice de mi líder, no puede ser cierto.
De los 30 millones que lo llevaron al poder hace 5 años, muchos fieles aún se rehúsan a aceptar que se equivocaron. A su vez, podríamos reconocer que, aunque diga y haga pendejadas, no es pendejo. Fíjense con atención, es muy hábil y taimado, aparte de que luego se convence de lo que dice.
Además, han sido excesivos el odio y los insultos a AMLO, que también odia e insulta mucho. Pero creo que, en el caso de él, los ataques no lo afectan tanto en forma negativa, sino que lo pueden ayudar en dos sentidos: hay partidarios que lo defienden con elogios equivalentes, como “el mejor presidente del mundo”, e, igual otros acrecientan su respeto o admiración al considerarlo víctima de agresiones injustas, con un aumento en sus simpatías. Y veo que algunas burlas o descalificaciones no afectan su popularidad, incluso tienden a incrementarla.
Tal vez, lo que procede sea difundir más y mejor, respetar, operar con mañas, compensar desventajas, promover el voto, presionar en casi todo… Ya iremos viendo, y, ojo, una ventaja adicional será que el mundo va a estar muy atento.
Sigamos bien listos. Habrá que salir a votar y ver 2024 como un referéndum o consulta: Democracia, o Dictadura.