“No les voy a fallar”, le repitió a su pueblo pobre al inicio de su gobierno hace cuatro años y medio. Hoy los pobres, que —según decía— vienen “primero”, son más numerosos que nunca y también su pobreza es mayor. Fíjense, cualquier ciudadano puede solicitar al INAI que urja al gobierno y al INEGI a entregar la información que lo corrobore: esa sería la función del Instituto aquí… no “acabar con la corrupción”, como dice en forma errónea.
Tampoco es inusual que algo haya empeorado a lo largo de este tormentoso período (pobreza, salud, educación, economía, inversión, estado de Derecho, relaciones exteriores, infraestructura, diálogo político, igualdad, seguridad, productividad, inflación, capacidad para competir, crecimiento con empleos productivos). Y, oigan, si todo es prioritario… nada es prioritario. Pero ojalá que, al menos, tuviéramos un menor número de pobres y una mejor educación.
Aunque fue muy mal manejada, la pandemia de ninguna manera explica todo y, lamentablemente, se espera que ambos puntos sigan empeorando varios años. El presidente había dicho que le había caído “como anillo al dedo”, al ver que podía ser un buen pretexto para algunos de los principales fracasos de su transformación (los rezagos en salud y educación, la falta de crecimiento, los aumentos en la pobreza).
Ya sean de derecha o de supuesta izquierda, las dictaduras se suelen despreocupar de los resultados reales para dar primacía al control del poder político y la anulación de otros entes autónomos o independientes, en una narrativa triunfalista con grandes objetivos mesiánicos a largo plazo. Nada de esto se comprueba, pero el discurso y su adoctrinamiento ayudan a aceptarlo a quienes se resisten a reconocer que pueden haberse equivocado.
Estos días, ojo, los diputados federales y los senadores del partido en el poder (encabezados por Ignacio Mier y Alejandro Armenta) actuaron en forma deplorable como si no existieran representantes de la oposición y aprobaron por vía rápida las iniciativas que marcó el Poder Ejecutivo, con lo que se borra la autonomía y el equilibrio entre poderes. Queda, así, como último reducto el Poder Judicial (la SCJN) bajo acoso físico y verbal a la Consejera Presidente Norma Piña y a los miembros que no se doblan a los designios del titular del Ejecutivo, quien avala y promueve todo ello.
Al ceder además el taimado senador Monreal, sólo queda la Suprema Corte para anular el plan B del INE o salvar al INAI y el Conacyt o la industria minera… Veremos una lucha por frenar la disolución de la división de poderes, de los procedimientos legislativos, de la normalidad constitucional y, en esa medida, de la República. Tal vez sea necesario volver a la calle en contra del aparente capricho golpista de volver a la década de 1970 para cimentar el prolongado período de otra mafia en el poder.
No va a ser fácil que se logre sin elecciones o actividades militares y mucha gente estará dispuesta a jugarse la vida en una guerra civil… contra la mentira y la corrupción, y para defender las libertades y la democracia sin que predominen posiciones ideológicas. Bueno, mientras nos distraemos con los memes, las idioteces del presidente o los imposibles precandidatos del régimen y de la supuesta oposición.
* REVIVEN ESTAS REFLEXIONES UN cuarto de siglo después:
Recuerdo ahora a una de las mexicanas más brillantes de estas décadas, Ikram Antaki de origen sirio (1945-2000), quien al inicio del siglo y del gobierno capitalino de AMLO en febrero del 2000, presagió con tino en su columna de El Universal cosas como: “El que empieza su reino violando la ley (requisito de residencia) … no será un gobernante legal; será un golpista… Este cambio no es un paso adelante; es un retroceso”.
“La atmósfera de intolerancia y de odio, de envidia, de maledicencia y de condena, no es una alternancia normal. Nuestra izquierda… ignora, desprecia y viola la ley, además de considerarla ‘un instrumento de la burguesía’…”. Habrá aquí otros puntos y ¡a lo mejor el país podía haberse evitado graves problemas!
