Hoy en día las asociaciones nacionales e internacionales de psicología tienen un código de conducta ética que regula las prácticas en las investigaciones psicológicas, en la actualidad los experimentadores deben cumplir con diversas normas relativas a la confidencialidad, el consentimiento informado o la beneficencia, y estas asociaciones realizan comités de revisión para hacer cumplir estas normas.
Sin embargo, estos códigos de conducta no siempre han sido tan estrictos, y muchos experimentos del pasado no podrían haberse llevado a cabo en la actualidad por incumplir alguno de los principios fundamentales.
El primer caso es uno de los más famosos, éste se llama “El experimento del pequeño Albert”, en la Universidad de Johns Hopkins en 1920, John B. Watson llevó a cabo un estudio del condicionamiento clásico, un fenómeno que se asocia a un estímulo condicionado con un estímulo incondicionado hasta que producen el mismo resultado. En este tipo de condicionamiento se puede crear una respuesta de una persona o animal hacia un objeto o sonido que antes era neutral, así como lo hizo Ivan Pavlov, al sonar una campana cada vez que alimentaba a su perro, hasta que el mero sonido de la campana hacía salivar a su perro.
Watson probó el condicionamiento clásico en un bebé de nueve meses de edad, al que él llamaba Albert, el pequeño comenzó queriendo a los animales del experimento, en especial a una rata blanca, Watson empezó a emparejar la presencia de la rata con el fuerte sonido del metal al golpearlo con un martillo, el pequeño Albert comenzó a desarrollar un miedo a la rata blanca, así como a la mayoría de los animales y objetos peludos, el experimento se considera particularmente inmoral hoy en día porque Watson nunca fue sensible con las fobias que esto le produjo al pequeño Albert.
El segundo es el efecto espectador, en 1968 John Darley y Bibb Latané desarrollaron un interés por los testigos que no reaccionaron ante crímenes, les intigró especialmente el homicidio de Kitty Genoves, una joven cuyo asesinato fue presenciado por muchos, pero ninguno lo evitó.
La pareja realizó un estudio en la Universidad de columbia en el que le presentaba a un participante una encuesta y lo dejaban solo en una habitación para que pudiera rellenarlo, un inofensivo humo comenzaba a filtrarse en la habitación después de un corto periodo de tiempo, el estudio mostró que el participante que estaba solo fue mucho más rápido al reportar el humo que los participantes que tenían la misma experiencia, pero estaban en grupo.
Y por ultimo, el experimento de estudiantes de ojos azules contra los de ojos marrones, Jane Elliott no era psicóloga, pero desarrolló uno de los ejercicios más controvertidos en 1968 al dividir a los alumnos en un grupo de ojos azules y un grupo de ojos marrones, Elliott era una maestra de escuela primaria en lowa y tratando de dar una experiencia práctica sobre la discriminación realizo el siguiente experimento, Elliott informaría a los alumnos que la investigación científica demostraba que un grupo era superior al otro y a lo largo del día el grupo sería tratado como tal. Elliott se percató de que sólo bastaría un día para que el grupo “superior” se volviera más cruel y el grupo “inferior” más inseguro. Luego los grupos cambiaron de manera que todos los estudiantes sufrieran los mismos prejuicios.
Evidentemente este experimento recibió muchas críticas dadas las consecuencias negativas en la autoestima de los estudiantes, y por es por eso que no se podrían volver a llevar a cabo hoy en día, las principales preocupaciones éticas serían el engaño y el consentimiento informado, aunque algunos de los participantes originales siguen considerando el experimento como un cambio en su vida.
Sin duda alguna hoy en día tenemos conocimientos que han sido obtenidos de maneras no tan correctas, pasando por encima de las consecuencias que podrían traer dichos experimentos para los participantes, sin embargo, hoy en día esto se ve más regulado gracias a las asociaciones de psicología que se encargan de hacer revisiones y ajustes en prácticas que pudieran atentar de alguna manera contra el participante.
Estefanía López Paulín
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